El miedo.
Se podría establecer que desde El Origen en adelante, Christopher Nolan empezó un camino de descrédito sobre el poder del cine, especialmente del poder de las imágenes. En esa película se advertía desde el trailer, editado quirúrgicamente para generar una máxima atracción pero sin contar absolutamente nada de la historia; lástima que al ver la película completa se descubría que Nolan resguardaba toda su arquitectura visual con diálogos explicativos, un “por si las dudas no se entiende”. Esta sobrecarga de información se extendía a la última parte de su trilogía Batman, El Caballero de la Noche Asciende, en la que florecían innecesariamente personajes que traían consigo más datos para cerrar un rompecabezas y con eso justificaban su presencia.
Interestelar cuenta la historia de Cooper (Matthew McConaughey, con algunos rastros de su actuación en True Detective), un ingeniero devenido en granjero, en un mundo que pasa por un período delicado, necesita comida desesperadamente y por ende prescinde de profesionales. Tal necesidad extrema se puede graficar con el ejemplo que del suelo solo crece con éxito el maíz. Murph (Mackenzie Foy en la niñez, Jessica Chastain en la adultez), su hija de diez años, tiene la certeza de que en la casa habita un fantasma, por desatarse una serie de situaciones extrañas (libros que caen solos y movimientos extraños), a partir de lo cual finalmente descubren, ella y su padre, una pista que los lleva hacia la NASA, organismo que se creía desaparecido en este mundo distópico mostrado de manera ambigua por Nolan. Por un lado se habla de la situación conflictiva del mundo pero nada hace pensar por las imágenes de la película que hay un panorama apocalíptico, todos se comportan civilizadamente y parecen seguir una vida normal. Cooper tiene un pasado, también, como piloto de la NASA y es allí donde se reencuentra con el Profesor Brand (Michael Caine), quien le cuenta su plan para salvar al mundo, el que implica viajar hasta la ubicación de un agujero de gusano para hallar una nueva galaxia que cobije a un nuevo planeta en el que la humanidad vivirá en un futuro cercano.
El viaje planteará una de las obsesiones de la ciencia del siglo XX, la convergencia del espacio-tiempo y el desdoblamiento de ambas variables. Cooper no solo deberá enfrentar esta misión suicida sino despedirse de sus hijos, en especial de Murph, que se siente abandonada por su padre. En este punto en la película, además de la historia de la expedición, se materializa un correlato de redundancia: todo lo que se ve se describe con palabras y lo que no aparece representado en imágenes se expone con diálogos. Para colmo la construcción visual hace que sea inevitable su comparación con la reciente Gravedad, del año pasado: aquí Nolan no apuesta a lo inconmensurable -paradójicamente siendo este un film de ciencia ficción contra la película de Cuarón, que era más bien science fact- sino que se limita al control de sus imágenes al reducirlas a una presentación de la mirada subjetiva de los personajes (como si con las palabras no hubiera suficiente limitación imaginativa). Tan solo tenemos un par de momentos fugaces en los que la nave espacial es ubicada en el cuadro como si fuera un punto, una pequeña cosa dentro de un espacio inabarcable. Interestelar es ciencia ficción ultra seria pero aburrida, elegante pero sin imaginación, bien intencionada pero conservadora. El final al peor estilo M. Night Shyamalan hará olvidar, al menos por un rato, que en el medio se estuvo en una de Malick, en parte de Event Horizont y en las tomas descartadas de Gravedad.