Esto ya le había pasado a Christopher Nolan en “El Origen”, lo de contar una historia que ponía en evidencia sus limitaciones como autor y por lo tanto, como director. Sus ideas de guión, cuando superan el nivel de ambición promedio que maneja, necesitan de un acompañamiento visual y técnico total y su película se empasta. Todo se muestra mientras se cuenta, no hay lugar para el misterio y lo que está sucediendo debe ‘cerrarle’ al espectador, a quien Nolan no le deja escapatoria, amplificándoselo en la cara: con la música, con la emoción, con el trabajo de los actores (es sorprendente ver actores medidos y de perfil bajo como Matthew McConaughey y Jessica Chastain en una cruzada sentimental que, den tan premeditada, termina por amputar sus dotes interpretativos). Esta debilidad encuentra en “Interestelar” su punto máximo en un momento -llamémoslo ‘el de la biblioteca sobre el final’- que precisa inevitablemente de la comprensión del público, y lo que hace el director es servírselo en bandeja, sin consideración de lo anteriormente acontecido y revelando la arbitrariedad de gran parte de la trama.
“Interestelar” no tiene en principio nada que ver con las temáticas que Nolan filmó antes, pero sí comparte con “El Origen” la sensación de que estamos ante algo importante. Y si esa sensación ya la percibíamos antes de ingresar a la sala, la película se asegura de que no dejemos de tenerla en el cuerpo. Se trata de otro film revestido, cargado de sentido desde afuera (de la expectativa ante algo nuevo de un tipo como Nolan, siempre en la fina línea entre el lugar de ‘autor’ y el de un realizador más) y desde adentro, con todo lo que la historia nos quiere contar y cómo lo hace. ¿Viaje al espacio? ¿Abandonar la tierra para no morir en ella? ¿Una nueva vida en una nueva galaxia? ¿Data cuántica? De todo esto nos está hablando “Interestelar”, con la familia y el sacrificio por amor como telón de fondo.
¿No debería ser al revés? El tema de una película, sobretodo en los grandes entretenimientos, se halla adecuadamente en los dominios del corazón y de los valores universales, y aunque nadie lo subraya, siempre sale a flote. Es el centro no declarado. Sin embargo, en “Interestelar” (como en “El Origen”) lo central, de repente indisimulable, ocupa una posición indiscutible, dejando mal parada a la temática de fondo, volviéndola incluso risible, como sucede con todo el tratamiento emotivo de esta película que no llega a ganar un lugar porque lo otro es más pesado; porque a Nolan le importa más y nos lo quiere decir aunque se le escape de las manos, diciéndolo mal o sin gracia.
Se podrá argumentar que se trata de un entretenimiento y que así hay que analizarlo, sin darle tanta vuelta. Pero me parece una salida fácil porque hay un director que no puede admitir estas cuestiones como algo menor; como una excusa para contar otra cosa. Ya lo hacía “Gravedad”, cuyos planos más cuestionados –aunque poéticos al fin- no hacían otra cosa que recalcar su innegable centro emocional, que Cuarón supo acompañar dándonos una aventura espacial con pulso y tensión humana. ¿Eso es poca cosa? En “Interestelar” ni siquiera se siente la adrenalina de viajar al espacio. Es más, tampoco le interesa a Nolan que técnicamente eso sea verosímil, cuando hoy el cine y en una producción de esta envergadura le otorgaban lugar para mayor espectacularidad en este punto –de nuevo “Gravedad”, que nos mostró el espacio como jamás lo vimos-. La película, interesada porque nos enteremos de ‘otra cosa’, deja de lado ese momento cabal de entretenimiento. Entonces no: no puedo ver el film únicamente desde esa óptica porque no me parece que haya sido construido así y no califica del todo para ese tipo de análisis. Vayamos por un segundo a “2001: Odisea en el espacio”, que fue y será todo lo que se nos ocurra pero, ¿entretenida? En este lugar se la puede emparentar con lo último de Nolan, puesto que Kubrick jamás escondió sus raíces filosóficas, pero la película daba herramientas como para disparar y analizar después si uno tomaba esa decisión. No así “Interestelar”, que lo tiene a Michael Caine desglosando ecuaciones –al igual que en “El Origen”- que a fin de cuentas son un gran engaño.
Todo lo que Nolan quiere decir, aunque atado con moño en una primera impresión, baja hacia este lado de la pantalla con dudas. Y si vos dudás Christopher, nosotros desconfiamos y no nos generás un interés genuino. Incluso me pregunto hoy algo que es peor: si Nolan realmente quiere que discutamos estos temas. La ciencia ficción siempre invita a pensar. Me pregunto sinceramente si, como hacía con el trompo en “El Origen”, su intención es que no salgamos de su cabeza; que veamos y sepamos sólo lo que él pretende y que creamos, entusiasmados, que con eso alcanza. Porque si hay algo que Nolan hace bien es meternos en una montaña rusa. Su manera de acumular información sin bajar el ritmo ni un segundo, volviéndose imparable sobre el final, ni siquiera nos deja procesar lo que acabamos de ver. Su proceder es ingenioso y el impacto es fuerte. Deberíamos probar no sucumbir ante ese impacto; no dejarnos avasallar por toda esa ametralladora temático-visual y dejar reposar “Interestelar” para preguntarnos: 1-¿Qué nos está diciendo?; 2-¿Cuán interesante es?; 3-¿Quiero saber más?
1-Un cúmulo de barrabasadas que se posan como fundamentales y hacen quedar a “Avatar” como obra maestra. 2-Poco. 3-No, y temo no encontrar mucho en el fondo. Veamos más. Se te puede ir todo a la cabeza, pasándote de rosca y dando un paso en falso. Ni más ni menos lo que podría decirse que le pasó a Aronofsky con “Noé” (“The Fountain” fue un fracaso comercial pero su ambición temática y de género era mucho más noble y despertaba genuino interés). La cuestión es que Nolan ya lo hizo dos veces…descaradamente. Hay que tener cuidado (nosotros desde la crítica y el público por su parte) con el lugar en el que ponemos a lo directores. Cuando Todd Phillips venía infladísimo de “Qué paso ayer”, se estrenó “Todo un parto”. Se dijeron cosas excesivas de la película y se pudo comprobar con el cierre de aquella trilogía que quizá la celebración no era para tanto.
No voy a decir que no hay discusiones tras este estreno: podemos hablar sobe el género de ciencia ficción, la sobrevaloración de un realizador, el peligro de la expectativa a la hora de evaluar un film. Quiero creer que el cine también es toda esta posibilidad de debate, y en eso Nolan nos volvió a sacudir un poquito. Le damos un punto por eso.