Modelos para armar
En la diversidad que propone el séptimo arte es difícil encontrar películas que logren penetrar en el interior de una cárcel para mostrar como ante una motivación artística, cultural, educativa o deportiva se modifica la vida de los detenidos. En la mayoría de los casos los autores se inclinan por reflejar el costado más violento (y morboso) de lo que sucede tras las rejas, estigmatizando aún más a quienes se encuentran privados de su libertad, incluso muchas veces sin tener una condena.
Películas como El Almafuerte (2009) o 13 puertas (2014) se corrieron de ese lugar para observar ese otro lado carcelario, donde se trabaja la inclusión de los detenidos, mostrándolos como personas más allá de sus errores y aciertos. Interiores (2016) transita ese mismo camino.
La nueva película de Fito Pochat (Un tren a Pampa Blanca, Mika, mi guerra de España) sucede dentro del penal de Magdalena y es el retrato documental de como las detenidas de esa unidad penitenciaria van transformándose a partir de que asisten a un taller de musicoterapia. La idea fue propuesta por el equipo de producción de la película y nace como parte de esta.
A medida que el tiempo pasa, y el taller avanza, las participantes se olvidan de la cámara y se abren frente a ellas mismas para mostrar ese costado intimo que parecía vedado. Cada una descubrirá que comparten mucho que un espacio cerrado, claustrofóbico. Comparten las miserias de un pasado que quisieran olvidar y la esperanza de un futuro lleno de dudas, ya sea delante o detrás de las rejas.
Pochat logra hacer que la cámara pase inadvertida para retratar momentos de suma intimidad, momentos en los que se confiesan entre ellas, hablan de sus miedos pero también de sus dichas. Construyen vínculos, juegan a ser felices, pero por sobre todas las cosas se sienten incluidas dentro de un sistema que busca excluirlas.
Si el cine tiene una función social sin duda en Interiores la cumple, tanto delante y detrás de las cámaras. En el origen y en la forma.