¿Qué tienen en común Antonio Birabent, Ángela Molina, Arturo Ripstein y un joven director israelí? Todos forman parte de este singular experimento llamado Internet junkie, que, cómo su título indica, apunta los cañones a la adicción que provoca Internet, las relaciones artificiales, los limites disfumados entre lo virtual y lo real, y la alienación que esto conlleva.
Planteada de forma coral, la película traza un puñado de historias que se rozan y que transcurren en Argentina, México e Israel, siempre con la Red como denominador común. Birabent interpreta a un misterioso coronel que visita regularmente a su amante Lorena (Paula Carruega), a quien conoció por Internet (obvio), y desde su computadora juega al ajedrez con un joven israelí (Nicolás Baksth). A su vez, Lorena tiene una "amiga" en el DF cuyo único vínculo con sus hijos parece ser el poco tiempo en que los tres no están frente a la pantalla. Uno de estos chicos es adicto al sexo virtual, medio por el que conoce a una profesora de gimnasia en pareja con un apático treintañero (Nicolás Mateo).
Así de enrevesada es la estructura de un film que tiene pocos elementos atractivos. Despojada de su razón de ser (el tiempo transcurrido frente a la pantalla y las dificultades para relacionarse fuera de ella), la propuesta es errática y nunca logra encontrar un tono. Ni siquiera las breves apariciones de Ángela Molina y Arturo Ripstein salvan las flojas actuaciones.