Ay. Bueno, eso, “ay”: otra película que encuentra salas porque en las fiestas no se estrena nada y poca gente va al cine. Esta también está construida alrededor del lugar común: chica bonita y rubita en plena tormenta, sola en casa, es acosada inadvertidamente -por lo menos al principio- por admirador peligroso, probablemente asesino psicópata. Aquí el problema es que el film está lleno de citas (no falta la ducha, no falta el teléfono que anuncia el crimen, no falta el cuchillo, no falta el plano que sorprende un detalle con la luz de un relámpago, no falta ni el gato, bicho obligatorio en estos casos porque huye y no muerde) pero, en lugar de integrarlas en la trama o bien como juego con el cine y el género, o bien de un modo funcional al relato, suenan a pura pereza del guión. ¿Hay que mostrar el cuerpo de la protagonista? Que se duche y aparezca el peligro por ahí, etcétera. Repitamos: el lugar común no es un problema siempre y cuando se filme de tal modo que creamos en él. Si no, es un rejunte de material predigerido y pre embalado. Es el caso de esta película.