Como una sombra, un tipo encapuchado y temible se mete en casas ajenas, previsiblemente, de mujeres que están solas. Si es el mismo sujeto del prólogo, estamos ante un asesino sangriento, cruel y serial. En la intimidad hogareña de una bella música rubia -sometida a los rigores de un maestro interpretado por ¡Moby!-, acechará en cada rincón, armario, puerta o -sí- cortina de ducha. Con las previsibles tomas del cuerpo desnudo de la acechada. Con una puesta en escena torpe, un policial menor a cualquier episodio del thriller menos lucido del cable o el ondemand.