El enemigo en casa
La obsesión de una persona hacia otra es un tema recurrente en el cine. La relación víctima-victimario que se forma suele disparar momentos de tensión dramática que funcionan muy bien. Por ejemplo, aquellos en los cuales el obsesivo (y, por lo general, loco) persigue o espía a su víctima. Este tópico es el cimiento principal, por no decir el único, que sostiene a Invasión a la privacidad (The resident, 2011). Su argumento es débil y las escenas resultan así bastante previsibles.
Juliet (Hilary Swank) es una médica que vive y trabaja en la ciudad de Nueva York. Tras descubrir que su novio la engaña decide mudarse, y para ello sale en búsqueda de un nuevo hogar. Llega a un edificio habitado por un joven y apuesto propietario, Max (Jeffrey Dean Morgan); y su abuelo, un hombre misterioso que parece guardar algún secreto con su nieto. Las noches de Juliet no se mantienen silenciosas: alguien perturba la tranquilidad que parecía reinar en el lugar y la espía desde la oscuridad. Un ex novio celoso, un extraño hombre mayor, y un amigable propietario se convierten así en tres posibles sospechosos. Pero la intriga no tardará en resolverse y luego que esto sucede toda la historia se convierte en monótona. De hecho hay líneas argumentales que no se terminan de completar y un manejo bastante básico del suspenso.
La noche en este film tiene dos connotaciones bastante obvias. Por un lado, es el momento de mayor intimidad de Juliet, donde se desnuda y se relaja de sus largos días de hospital. Pero cinematográficamente representa el misterio, lo oculto, el temor y la ansiedad ante lo que no es visible. Con estas premisas se intenta crear el clima general del film. Y, por otro lado, con pistas confusas sobre la identidad del espía, se produce el suspenso y la intriga necesarios para atrapar al espectador. Pero, como si de una receta se tratase, el director Antti Jokinen, abusa de algunos recursos que, si bien funcionan, en su repetición pierden fuerza.
Avanzada la historia más de veinte minutos un efecto de rebobinado retoma el comienzo de la historia, y avanza hasta el mismo momento pero desde el punto de vista del verdadero espía. Este recurso nos descubre tanto la identidad como la personalidad obsesiva del personaje y sus verdaderas intenciones con la víctima. A partir de aquí el director nos otorga un nuevo saber y nos concede la perspectiva del victimario. Pero al revelar tan rápido la incógnita principal, se queda sin argumento para después y, un recurso que podría haber funcionado para darle más fuerza y originalidad a la historia queda desaprovechado.
Todos los personajes de Invasión a la privacidad resultan arquetípicos en un film que, por momentos, parece buscar algo más. Por lo tanto, si lo que el espectador espera es ver un thriller más del montón, no saldrá decepcionado. Su visión es adecuada para aquellos días que no se busque ni ambición narrativa ni novedad alguna.