Hilary Swank está en una etapa de cambio como en la que se encuentra Adrien Brody, tomando cierta distancia de los papeles dramáticos que la llevaron a la fama y pasando a géneros en los que no pisa del todo firme. Pareciera estar buscando desesperadamente demostrar que es una mujer, tomando roles más femeninos y apartándose de los papeles varoniles que ya le reportaron dos premios de la Academia.
En esta oportunidad se vuelca al “suspenso” en la ópera prima del finlandés Antti Jokinen. Y hablar de suspenso en este caso le queda grande a una película incapaz de manejar lo que genera. Hay unos buenos 30 minutos iniciales en los que se plantea el conflicto, sostenido por la actriz acompañada del carismático Jeffrey Dean Morgan y de un Christopher Lee que colabora en construir una atmósfera sombría. Súbitamente el director muestra sus cartas antes de la mitad del juego. Durante unos largos minutos sobreexplica la vuelta de tuerca, reviviendo cada una de las escenas desde la mirada del malo. A partir de ese punto el final no tiene propósito, y el film encuentra su lugar como un thriller predecible y repetitivo.