Quien tenga pruritos ideológicos respecto de los marines de los EE.UU. –por otro lado, ampliamente justificados por la realidad– quizás consideren gran parte del metraje de este film una especie de propaganda. Ellos se lo pierden. La historia es simplísima: unos extraterrestres invaden la Tierra, se organiza más o menos una defensa y, en una misión de rescate de civiles, un grupo de soldados queda aislado tras las líneas enemigas y hay que volver. Hay alguna cosa más, pero básicamente es eso.
Lo malo del film es simple de describir, también: sabemos quién va a salvarse y quién va a morir desde el primer fotograma. Pero lo que importa siempre es la forma: aquí se combina el rodaje urgente de “Rescatando al soldado Ryan” con las inmensas posibilidades creativas de las computadoras para generar un realismo absoluto, que sumerge al espectador en la acción de modo tan eficaz que termina entendiendo cada movimiento y cada decisión de los personajes. Después de todo, si a uno le caen unos aliens que no se mueren nunca y tiran con munición pesada y a matar, qué otra cosa se puede hacer más que correr y disparar.
Las secuencias de acción –claras, comprensibles, algo infrecuente en el cine de hoy– son en algunos casos de una enorme sofisticación (la batalla en la autopista, por caso, es un ejemplo de lo mejor que puede dar el cine de acción bien realizado) y la sensación de estar en medio del acontecimiento es absoluta. El film es, de principio a fin, todo lo que usted imagina. Eso sí, muy bien hecho.