El tren de los muertos vivos
Una original y entretenida vuelta de tuerca coreana al género, con acción, humor y profundidad.
Los zombis están de moda y son una plaga mundial: ahora los muertos vivientes llegan desde Corea del Sur. Y vienen a toda marcha: casi toda Invasión zombie transcurre en el tren de alta velocidad que une los poco más de 400 kilómetros que separan a Seúl de Busan (la segunda ciudad más grande de Corea). Al mismo tiempo que la formación parte de la capital, en todo el país está estallando un apocalipsis zombi de origen desconocido. Y una mujer infectada logra subirse al tren a último momento...
Hasta ahora, Yeon Sang-ho había dirigido sólo películas de animación, una de las cuales era de zombis: Seoul Station, que se pudo ver en el último Festival de Mar del Plata y es, según el director, una precuela de Invasión zombie. Pero no tienen mucho en común, más allá del género y la referencia ferroviaria. Si ahí todo empezaba en la estación central de la capital y se desarrollaba sólo en Seúl, ahora la acción viaja frenéticamente de norte a sur de la península. En las dos, Yeon Sang-ho muestra una gran capacidad para presentar personajes que enfrentan más conflictos además del evidente, que es huir de la epidemia. Con economía de recursos narrativos, nos mete en dramas humanos sin sacrificar la acción ni el humor.
Aquí los protagonistas son una nena y su padre, un agente financiero más preocupado por sus negocios que por pasar tiempo con su hija. Junto a ellos, habrá una suerte de catálogo de la sociedad coreana tratando de sobrevivir: una pareja de clase media que está esperando un bebé, un par de ancianas, un linyera trastornado, un equipo de béisbol juvenil (que, en un guiño al género, porta los infaltables bates antizombis). Yeon Sang-Ho utiliza recursos de las mejores películas posapocalítpicas (reconoció influencias de El amanecer de los muertos, Exterminio, Guerra Mundial Z o La carretera) y encara, con éxito, el desafío de hacerlos funcionar en un espacio cerrado, con limitado margen de movimientos.
George A. Romero, el padre de los zombis modernos, utilizaba a los babeantes comecerebros como vehículo para hacer reflexiones sociopolíticas. Aquí también hay un mensaje: apunta contra el individualismo, el capitalismo salvaje, el sálvese quien pueda, el dios mercado. Una moraleja pertinente al estado actual del mundo, pero en este caso un tanto reiterativa y escrita con trazo grueso. Lo mismo que algunas empalagosas escenas melodramáticas que parecen injertadas desde alguna telenovela coreanas. Pero no alcanzan a ser una barrera que les impida a estos entretenidos vagones cargados de zombis avanzar a todo vapor.