Todo lo que usted espera y vio en una historia de zombies pero más y mejor. Hay un lugar común que dice que nada es peor en una película que un lugar común, pero se suele olvidar que sólo es así si el “lugar común” se nota, y eso depende del modo de filmarlo. Aquí están todos los lugares comunes de este abundante género de “enfermedad/invasión de muertos vivos estalla y altera la vida cotidiana de un montón de personajes” más un papá y su hijita a salvar, más otros sobrevivientes encerrados en un tren de alta velocidad tratando de llegar a la supuestamente liberada ciudad de Busan. Pero esos clichés se disponen con inteligencia para que la historia sea, por un lado, una tremenda máquina de generar adrenalina y, por otra, una especie de reflexión sobre el mundo que, justamente, trata de responder por qué el horror popular está superpoblado de muertos vivos. Es cierto que el agregado social es menos importante que la tremenda capacidad de inventiva de Yeon para proveernos de secuencias de acción; también es cierto que los surcoreanos manejan el elemento melodramático como muy pocos realizadores de hoy (ya que estamos: busquen los melodramas del gran Lee Chang-dong, aunque no tienen nada de terror o zombies). Corea del Sur hace un cine mainstream mucho mejor que Hollywood: esta es una demostración cabal. Ojalá veamos más películas de este pequeño país de enorme cinematografía.