Cine de autor
Invernadero (2010), tercera película del literato y cineasta Gonzalo Castro (Resfriada, Cocina) resulta ser una mezcla extraña entre cine- literatura y ficción-documental. Ganadora de la competencia argentina del último BAFICI podrá verse durante marzo en la sala del Malba.
El film fija su mirada sobre el escritor mexicano Mario Bellatín y el ámbito que lo rodea. Mediante el recurso de la observación se construye un ¿falso documental? en donde el límite que separa la ficción de lo real se funde para retroalimentarse el uno del otro.
Bellatín interpreta a un escritor, que podría ser el mismo o no, pero su entorno es falso. Hay una construcción ficcional de los personajes que rodean al protagonista, a pesar de que parezca lo contrario, gracias al naturalismo impuesto por los actores. De manera clara se ponen en crisis los géneros cinematográficos provocando en el espectador una especie de confusión entre lo real y lo falso.
La puesta de Invernadero es casi mínima, sólo una cámara que sigue a los personajes centrándose en la relación que mantienen entre ellos. Una hija que acaba de llegar de un viaje, un grupo de colaboradoras, una escritora amiga, son quienes se circunscriben dentro de un universo tan real como apócrifo, en donde la temporalidad no existe y los hechos se van mostrando sin ninguna cohesión lógica, algo que hace aún más interesante la búsqueda que el film propone.
Castro es un director que filma fuera de todas las convencionalidades clásicas que el cine impone. Independiente al máximo, sus películas no sólo están hechas por fuera del sistema clásico de producción sino que además proponen temas y narrativas que rara vez pueden verse en el cine convencional, siendo fiel a una forma de encarar el cine más allá de cual fuese la reacción en el receptor. Un cine que genera preguntas más allá de las respuestas que pueda dar.