La “guinda” de la paz
El incansable Clint Eastwood presenta su última realización, la cual tiene aspiraciones al Oscar, basada en un caso real que marcó la convulsionada historia de la Sudáfrica post apartheid..
Con sus casi 80 años, Eastwood es un emblema de un tipo de cine, de películas, de géneros, que ha marcado una gran porción de la historia del cine. Dicha contribución lo ha hecho desde dos vertientes artísticas (la de actor y director) para confluir en una mucho más compleja (la de autor).
Otro mérito que ha logrado éste cineasta, es que los espectadores vayan al cine sabiendo que van ver una obra de Clint Eastwood y no la del nombre del acto y/o actriz protagónica del film. Privilegio que hoy poseen realizadores como Woody Allen, Pedro Almódovar, Steven Spilberg y algunos otros más.
A lo largo de la historia hemos conocidos muchos casos de la utilización del deporte con fines políticos.
La unión de ambos universos no siempre ha tenido buenos resultados, ya que la mayoría de las veces se han estrechado con fines pocos nobles.
Podríamos recordar los Juegos Olímpicos de 1936, con Hitler a la cabeza. o un caso más cercano y conocido, como el de Jorge Rafael Videla en el Mundial del '78 y las heridas que aún no terminan de cerrar en nuestro país.
“Invictus” narra la historia de dos hombres (políticos) que marcaron un momento clave en Sudáfrica. Por un lado, el entonces recién asumido presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela, y por otro, el capitán de los Springboks, François Pienaar.
Con un país al borde de la guerra civil, el mandatario (que salió de la cárcel en 1990, tras 27 años de cautiverio) encontró en el rugby el instrumento más propicio para la reconciliación nacional, una meta casi imposible tras décadas de apartheid.
Eastwood muestra como Mandela construyó una nueva nación a partir de los enfrentamientos y rencores generados por el régimen anterior, y cómo a través de la Copa del Mundo de Rugby de 1995 consiguió acercar a blancos y negros y lograr el liderazgo de un país unido.
Sin dudas, la persistente idea en las películas de Eastwood marca una necesidad de abordar temas importantes y de contenido social.
En algunas los expone sin la más mínima sutileza, declamados incluso por los personajes, y con moraleja evidente para todo el mundo, y en las otras, mediante la ligereza visual y el humor consiguen que las producciones adquieran un perfil más bajo y menos grandilocuente.
Pero lo que es innegable en el cine de este realizador es la claridad narrativa y expositiva que posee la cámara dirigida por el “viejo” Clint.
Está claro que en “Invictus” hay cierta indiferencia y carencia de riesgo desde lo formal (políticamente correcto) y, como contraparte, se apoya en el “contenido” a través de la reconstrucción ficcional de la historia real de la Sudáfrica de los ‘90.
Gloria, deporte y política se unen en una realización que cuenta una historia de redención y perdón (tópico reiterado de toda la filmografía de Eastwood), amparada en un relato lineal sin lugar a interrupciones ni sorpresas con el típico estilo de éste incansable director clásico.