Invictus es un film que en las manos de otro director, no pasaría desapercibido, pero no contaría con el clamor que ha logrado éste. Un gran director frente al proyecto, Clint Eastwood, su nuevo gran amigo (Morgan Freeman) desde la colaboración de ambos en Los Imperdonables y Matt Damon, uno de los nuevos talentos en materia de actuación, estamos acostumbrados a verlo en varias producciones al año, todo director mayor, lo quiere para sus producciones.
La historia de Nelson Mandela, ha sido revisitada inoportunamente en otros films, de manera irresponsable, con formato de melodrama acentuando su pasado en prisión. Aquí, el transcurso del film comienza con la etapa del lider en que se convierte democráticamente en Presidente sudafricano por voluntad del país íntegro, sin importancia del color, o clase social. Madela incita al perdón, a dar la otra cara, sabiendo que se puede construir inclusive con aquellos que obraron mal, mientras se sumen a un cambio.
Ligar temas políticos al fanatismo por un deporte socialmente, no es algo que se nos escape, por sobre todas las cosas, a la sociedad argentina. Pensar que tuvimos un Campeonato Mundial de Futbol en plena dictadura, mostrando una cara hacia el resto del mundo tan distante como cínica. Un disparate de tal magnitud que mientras la mayoría de los argentinos nos vimos envueltos en un festejo mientras personas que querian cambiar nuestro país por uno mejor, estaban siendo torturadas y desencadenando en muertes.
Sudáfrica corrió una suerte similar, el apartheid cobró millares de muertes, discriminación y genocidios. Francois Pienaar (Matt Damon), fue el lider del equipo de rugby sudafricano en 1995, es en quien Mandela ligó gran responsabilidad y expresó su anhelo de ganar dicho campeonato mundial, por la importancia que podría generar en el país desunido, fundir odios y llegar a un punto del que, a partir de cambios en politicas no podria arribarse con tanta prontitud.
Es evidente que el viejo Clint, dato que ya hubiéramos advertido desde sus ultimos films, ha adquirido con su vejez, un importante foco sobre temas de importancia social, Clint ha dejado de callarse, sabe que cada una de sus nuevas obras puede llegar a ser su ultima, Clint con los años no ha hecho otra cosas más que mejorar, añejarse como un vino.
El placer de sus nuevos films radica en la doble interpretación de sus actos, no sólo se juega por demostrar lo mejor y peor de la sociedad norteamericana, si no que ya no tiene límite en este ejercicio. Poco le interesa ser políticamente correcto, inclusive con escapes en sus guiones hacia lugares tortuosos como hiciera con Río Místico.
Invictus, parte de una temática netamente política hasta convertirse en uno de los tantos dramas con desarrollo de un grupo de integrantes de un equipo deportivo, con una meta, llegar a una final. No obstante aquí, la finalidad y contexto es otro que el simple hecho deportivo, y es ese el detalle que magnifica a este relato.
El rol de Matt Damon puede haber sido interpretado por cualquier otro actor, no es un personaje de importancia, sí lo es, la impecable intepretación de Morgran Freeman, muy bien caracterizado, con algunos diálogos que subrayan con trazo grueso algunas cuestiones y màs de alguna falla en el guión.
Se impone una relación entre los custodios del presidente muy particular, una subtrama interesante, asi como otros olvidables encuentros entre presidente y capitan del equipo, apartados e inexplicables cambios en la forma de pensar de los integrantes del grupo de rugbiers de un momento para otro.
Es característico en Eastwood volver a juntarse con quienes ya ha trabajado en otros proyectos, la musicalización del film nuevamente está a la orden de su hijo Kyle, al igual que la fotografía radica en Tom Stern, quien minuciosamente, ha acompañado a este director desde el largo Blood Work hasta la actualidad, idem Joel Cox, editor desde un tiempo aún más largo.