Invictus

Crítica de Juan Pablo Ferré - CinemaScope

El último gran líder

Clint Eastwood, luego de un año de aciertos cinematográficos, se lanzó a filmar una biopic sobre Nelson Mandela, que contara la historia de sus primeros años en el gobierno y de cómo vio en el rugby la posibilidad de unión de su históricamente dividido pueblo. A pesar de la sorpresa de muchos de sus seguidores, Clint le hizo caso a Morgan Freeman, que le envió el guión y le dijo que esa iba a ser la próxima película que dirigiría y que él iba a hacer de Mandela en ella, y se embarcó en esta aventura político-deportiva-biográfica. Y pese a algunos altibajos que tienen que ver con la propia historia, con un guión que evidencia en vez de sugerir y la dificultad de lograr suspenso en un campeonato de rugby que todos saben cómo terminó, Clint es efectivo como director y sigue sabiendo contar historias.

Invictus cuenta cómo Nelson Mandela vio en el mundial de rugby -que se desarrollaría en Sudáfrica en el año que asumió como presidente- la oportunidad de unir a su pueblo, herido y dividido a causa del apartheid y del racismo. Y como se puede imaginar, el filme tiene dos partes bien diferenciadas: por un lado tenemos al segmento biopic, en donde se nos muestra al personaje de Mandela y los valores que defiende; por otro, el segmento deportivo, en donde la selección de Sudáfrica -que en aquel tiempo tenía un nivel bastante pobre- lucha por obtener la copa del mundo. No hace falta una investigación muy rigurosa para saber quién ganó ese mundial, pero esta página no será quien les adelante esa información.

Se le puede criticar a Invictus un par de cosas que la alejan del escalafón de peliculón que han ganado varias de las últimas producciones de Eastwood. En primer lugar, como se ha dicho ya, es una película que ejemplifica todo lo que quiere contar. En algunos momentos se hace algo más sutilmente que en otros en los que directamente parece que al espectador le arrojaran los hechos delante como si no fuera capaz de dilucidar cosas por su cuenta. A medida que el metraje avanza, estas "imagenes de evidencia" se van repitiendo una tras otras y llega a resultar algo abusivo, aunque esas son cosas que le podemos criticar a Clint porque sabemos que es un director de altura y no lo haríamos con la gran mayoría de los filmes que vemos por cable, que caen en el mismo descuido. En segundo lugar, el filme tiene un problema que no es tanto del filme en sí, sino de los espectadores. Más particularmente de los espectadores jóvenes y aún más si viven en países como Argentina. El inconveniente es que el personaje de Mandela es inverosímil, pero no porque esté mal construido (quizás demasiado endiosado, pero es vox populi que el mandatario era un gran político y un héroe) sino porque un espectador argentino y joven se encuentra casi con la imposibilidad de creer que exista un político tan honesto, tan hábil, con tanta visión y tanta pasión para con su tarea. En una escena, uno de sus custodios le pregunta por su familia. Mandela lo mira muy seriamente y le contesta: "Tengo 40 millones de familiares" y, ofuscado, se retira. Esta escena es un ejemplo las dos críticas nombradas.

Por su parte, el segmento deportivo del filme se lleva los aplausos por la calidad de filmación del partido de rugby. Los amantes del deporte no deben haber tenido muchas oportunidades de disfrutarlo en la gran pantalla, así que este es su merecido homenaje. También es muy bueno el desarrollo de la relación entre Mandela y François Pienaar, el capitán de la selección de rugby, interpretado por Matt Damon. El joven, blanco y de familia racista, no se suma a la causa de Mandela de un momento a otro y por capricho, sino que es convencido por el presidente que lo visita y lo llama y lo invita a verlo una y otra vez, y logra poco a poco que Pienaar entienda el valor de su "cruzada". Por eso es tan buena la escena de la selección dando una clínica de rugby para chicos en un potrero. Por supuesto, como hemos dicho antes, el hecho de que casi todos los espectadores sepan como va a terminar el mundial es un obstáculo más para desarrollo del suspenso del filme, pero que Eastwood logra sortear con un sólido trabajo y una historia digna de ser contada.

Párrafo aparte para las actuaciones protagónicas de Damon -que fue "agrandado" digitalmente
en varias escenas para emparejarlo con sus colegas rugbiers- y Freeman -que se ve realmente muy similar al personaje que interpreta-, a esta altura, más que una garantía a la hora de elegir películas.

Quizás Invictus esté bastante lejos de la emoción de Gran Torino o el suspenso de El sustituto o la fantástica intriga de Río Místico, pero no por eso deja de ser una película muy recomendable. En especial para quienes han conocido la historia del mandatario y lo tienen en buena estima, que seguramente se conmoverán con el personaje y con la trama toda, y también, por qué no, para quienes no lo conocen mucho y quieren hacerlo.