Siempre los poderes de estado han aprovechado el tema del deporte como ejemplo, o como sinónimo de demagogia, sabemos de los mundiales de fútbol en nuestro país, o como a veces pasa por la necesaria distracción oportunista etc., en este caso Clint Eastwood toma a un líder político como Nelson Mandela, que apostando a la unidad de su país tratará de unir a los suyos quienes habian quedado divididos gracias al desgraciado y avergonzante apartheid. Sabe que un buena opción será ganar la Copa Mundial de Rugby, así irá por ello.
La fuerza de este film del director y actor de "Gran Torino", radica en la figura inmensa -desde lo cinematográfico- del presidente Mandela, estupendamente interpretado por Morgan Freeman, y esto no es nada fácil, recordemos dos recientes : la correcta de Josh Brolin en "W" de Oliver Stone, y la extraordinaria composición de Nixon por Frank Langella en "Frost/Nixon". Sin dudas el mayor hallazgo del fime es esta figura, que después de años de estar prisionero, al salir no buscó venganza ni revanchas, sino se convirtió en ejemplo de apóstol de la paz buscando limar asperezas entre su pueblo sudafricano. Cosa álguida y casi imposible.
Para la carrera de Eastwood, se sabrá que este título no es notable ni muy relevante en su filmo, si correcto, su solvencia está en la narración, por momentos aletargada pero contando con buenisima fotografía, música, obvio nadie actuando desentona, y hasta allí nomás. A esta altura será natural que el viejo Clint no filmará jamás un bodrio, su mano artística opera con la firmeza de un cirujano ejemplar, y lo hace de idéntica manera a como lo reflexiona Mandela cuando sostiene aquello de "Yo soy el dueño de mi destino, yo soy el capitán de mi alma".