Invictus

Crítica de Pabela - La Cinerata

Declarada como la favorita en la próxima entrega de la Academia y nominado, Clint Eastwood, su director, en la categoría de mejor dirección en los próximos Globos de oro, Invictus ciertamente cuenta con un apoyo considerable en su promoción.
Basada en el libro de John Carlin "Playing the enemy: Nelson Mandela and the game that made a Nation" la historia nos pasea por los primeros años de gobierno de "Madiba" focalizado en cómo resurgiendo el Rugby como deporte nacional construyó la idea de unión en un pueblo años y años dividido por el Apartheid. Un deporte que por décadas constituyó el símbolo de un régimen de discriminación y abuso y que además estaba nétamente constituído por hombres blancos, salvo por un sólo hombre de color. Ciertamente una muestra genial de cómo una especie de diplomacia alternativa pudo cambiar las cosas.
Motivación, idea de nación y la figura de un hombre, Mandela, que a pesar de sus tantísmos años de cárcel supo contagiar, o al menos lo intentó, su resiliencia a toda una nación alimentada por el resentimiento y el odio. El término "invictus" viene dado del latín cuyo significado es invencible y que se corresponde al título de un poema de 1875 de William E. Henley que se dice Mandela repite de cuando en cuando.

Un equipo, una nación.

No es una idea descabellada que el film se centre en esta idea de construir y fortalecer un equipo para a su vez, construir y fortalecer una nación. Si bien el mismo Morgan Freeman, a quien Mandela decretó como el único actor posible para personificarlo, quería producir más bien una película biográfica basada en el libro "Un largo camino a la libertad" del propio Mandela, fue conciente de que sería improbable adaptar semejante material a la pantalla, y optaron entonces por el libro de Carlin quien se focalizaba en contar un aspecto importante de la vida de Mandela.

Eastwood solapado

Viendo films de Eastwood nadie puede dudar de dos cosas: que es un excelente director y que es americano. Sus historias son narradas con momentos lúcidos, fuertes, sólidos y salpicados- cómo dudarlo- de un sentimiento altamente nacional, Eastwood despliega, aunque magistralmente, muchas de las cosas que siempre le podemos machacar al cine del Norte, aun cuando es capaz de meas culpas y autocríticas, como por ejemplo hemos saboreado en Gran Torino. Pero esta vuelta, Eastwood nos impone 2 horas y cuarto de un derroche exagerado de escenas altamente americanizadas aun cuando la historia se centre en el pueblo sudafricano. Frases forzadas que envuelven la figura de Mandela en un hiperbólico halo de carisma innecesario. Morgan Freeman, nominado como mejor actor para los Globos de oro así como Matt Damon en la categoría de mejor actor de reparto no lucen su conocido histrionismo y pasan escena tras escena correctamente y sin pretenciones. En este aspecto no podría creer que Mr. Damon fuese elegido por sobre Mr. Waltz.
No obstante es un film digno, correcto, un pequeño desencanto en la filmografía de Eastwood pero con un montón de elementos "oscarizables".