El partido de sus vidas.
La última película de Clint Eastwood es otro testimonio de las cualidades de este auteur norteamericano: personajes que buscan redimirse o ayudar al prójimo, relación de padre/hijo o maestro/alumno, una dirección "clasicista" (abundantes planos medios, historias chiquitas) y también es una reafirmación en los rubros técnicos: la fotografía con tonos bajos, la música minimalista, y grandes personajes interpretados por actores igual de grandes.
La figura central del film, Nelson Mandela, después de sufrir el apertheid y ser electo como presidente, generó revuelo en Sudáfrica. Por un lado, muchos lo veían como un terrorista, por el otro, como uno de los suyos que asumía el más alto mando político. Blanco(s) y negro(s). Cualquier similitud con la realidad de los EEUU no es mera coincidencia. Pero no hay que equivocarse: no es que el republicano Clint Eastwood esté embobado con Obama y haga una película para defender su administración. No. Clint hizo una película sobre el liderazgo, y en menor medida, el deporte y la política. Quizás este último sea el aspecto menos logrado.
Mandela es un hombre que, a ojos casuales, podría parecer demasiado bueno. Sin aristas que lo hagan más vulnerable. Pero eso sería una visión superficial. Morgan Freeman tiene una más que merecida nominación al Oscar: Si Mandela no es unidimensional (por más que esté descripto así en varias biografías y en el libro en el que se basa la película El factor humano) es porque Freeman, hace una tarea titánica y transmite las emociones y dificultades del primer mandatario negro. Si consigue eso, es porque el trabajo es más interior que exterior. Y no es fácil. Sí, también ayuda la mimetización propia de las biopics y el acento sudafricano que hace, como su compañero Matt Damon. Y el actor de la saga Bourne, trabaja más que bien: es el capitán del seleccionado de rugby de Sudáfrica, François Piennar. Su tarea es levantar un equipo que va de mal en peor. Y para colmo, no sólo pende de un hilo la clasificación al mundial, también está el fervor por el rugby de los blancos que se sienten amenazados por el gobierno nuevo. Y los negros, que creen que las derrotas servirán para socabar con el uniforme del seleccionado que apoyaban sus carceleros y represores.
Entonces, con esta panorama, la película plantea el conflicto interno de un mandatario bastante perspicaz que utiliza el deporte para fines políticos. No hay nada de malo con ello. El problema en sí es que, a pesar de ser más prolija y menos polémica que otros trabajos de Clint (se me ocurre El sustituto) esta película no deja de tener momentos poco inspirados y que son demasiado clisé. Cuando François Piennar lleva a todo el equipo de rugby por las celdas donde estuvo aprisionado Mandela, hay una especie de flashback que conecta a ambos (y donde se pronuncia el leit motiv de Nelson). Parece una secuencia de otra película. Sí, ya sé que las últimas películas de Clint tienen "secuencias que atentan contra toda la película" (la visita de la familia en el hospital de Million dollar baby, el electroshock en El sustituto).
El título, orignario del poema de William Ernest Henley (la famosa frase que se repite, sobre el liderazgo), no podía ser más certero: esta historia (basada en el guión de Anthony Peckham, guionista de Sherlock Holmes) trata sobre los residuos de la Sudáfrica post-apertheid. Tiene varias historias secundarias, de las cuales la más rescatable es la de los custodias. Pero sin embargo (y aunque la película no es lo que se diría "corta") queda la sensación que se podrían haber profundizado más ciertos personajes. Parece más interesante la evolución de la familia de Piennar, que la del propio protagonista (y dejando de lado que si su discurso antes del partido decisivo nos emociona, es por la calidad de Matt Damon). Quizás falten cosas que haga a la película más jugada. Con más errores, pero más personal.
A pesar de las críticas que pueda hacer, Invictus me parece una de las mejores películas de deportes (y acá, un comentario sobre este subgénero: las mejores películas de deportes no son sobre deportes) de los últimos años. Sí, el mensaje es importante, pero parece demasiado edulcorado (e increíblemente, hasta blando) por momentos. Es interesante el tema que plantea (como se interrelacionan la política, el liderazgo y el deporte) pero al cabo de unos cuantos minutos, el tema parece diluirse y acabar en una historia de aceptación y discriminación. Una lástima, teniendo en cuenta que el director de Río místico nos ofreció una de las más grandes películas sobre discriminación de los últimos tiempos (o dos).