Invisible

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Tras su multipremiada ópera prima Las Acacias -que ganó la Cámara de Oro en el Festival de Cannes 2011-, Giorgelli se tomó 7 años para concebir su segundo largometraje, que se sumerge con sensibilidad, rigor y nobleza en una cuestión que justo está en el centro del debate público como el embarazo adolescente y la legalización del aborto. Lejos de ser apenas una película militante u oportunista, narra con recursos puramente cinematográficos un drama íntimo que da luego para un análisis más amplio y de implicancias sociales.

Ely (Mora Arenillas) tiene 17 años y transita la etapa final del colegio secundario. Además, trabaja como empleada de una veterinaria, ya que su madre sufre una depresión crónica y se ha quedado sin empleo. Vive en esa particular zona de monoblocks que es Catalinas Sur y mantiene relaciones casuales con hombres bastante mayores que ella. Producto de uno de esos encuentros queda embarazada y la situación de soledad y descontención que ya tenía se potencia y se amplifica aún más.

Este es el punto de partida de Invisible, segundo largometraje de Pablo Giorgelli que mantiene la austeridad, el pudor, la sensibilidad y el encanto de Las Acacias, aunque también un excesivo control sobre los materiales. Una contención y prolijidad que por momentos le juega a favor y en otros pasajes no tanto.

Giorgelli es un director elegante, minucioso, preciso y, sobre todo, honesto. No juzga, no manipula, intenta que su cine sea lo más natural y cristalino posible. Eso no quiere decir que Invisible carezca de riesgo, de potencia y de capacidad de denuncia (nunca explícita). El derrotero de Ely por centros de salud, farmacias, clínicas clandestinas y proveedores de medicamentos exponen la crueldad e injusticias que deben sufrir a diario miles de mujeres con embarazos no deseados.

Pero Invisible -que parece haberse anticipado al debate que hoy se refleja en buena parte de la sociedad respecto del aborto- visibiliza con recursos puramente cinematográficos una problemática muy actual. En ese sentido, está lejos de ser apenas una película militante porque su foco está puesto en el drama íntimo de esta adolescente de clase media y, para ello, Giorgelli es consecuente y fiel en el punto de vista de ella. Nos enfrentamos al mundo (su mundo) a través de su prisma y debemos entender cada una de sus decisiones (cuestionables o no) desde la perspectiva y las sensaciones de una chica de 17 años que atraviesa una experiencia límite y que Mora Arenillas logra transmitir en sus distintos matices en verdadero un tour-de-force interpretativo.

La película es dura sin caer en la sordidez, es conmovedora sin apelar al golpe bajo, y el convulsionado universo adolescente de hoy (lleno de riesgos, tentaciones, estímulos y angustias) está descripto con un tono justo, ni horrorizado ni paternalista. Un sólido segundo paso de Giorgelli tras un debut como Las Acacias, que le generó tantas alegrías como presiones respecto de la continuidad de su carrera.