No quiero tenerlo
La primera pregunta que surge al tomar contacto con Invisible, nuevo opus del director Pablo Giorgelli (Las acacias) es si estamos en presencia de un film con el objetivo de reflexionar sobre la despenalización del aborto a tono con el clima social o si la idea apunta a la exploración del derrotero de una futura madre adolescente, donde el embarazo no es buscado ni deseado y el hecho de convertirse en madre se encuentra atravesado de muchos factores adversos, no desde una situación límite o de extrema gravedad como podría significar un acto de violación o abuso deshonesto por parte de un hombre, aspecto que desde la justicia se contempla como pasible de autorizar un aborto.
Lo invisible, referente o alusivo al título, también puede focalizarse en aquello que no se comparte con el entorno, ya sea por miedo, vergüenza o accionar de mecanismos de defensa, que encuentran hostilidad en los prejuicios de la sociedad o preconceptos, pero además lo que no se puede mirar es lo que realmente pasa por la cabeza de una adolescente como Ely (Mora Arenillas), algo que desde el cuerpo se transmite de formas sutiles y mucho más desde un rostro entre perplejo y angustiado.
El realizador toma una decisión importante al no juzgar a sus personajes y lo hace desde una puesta en escena limpia, con el ojo depositado entre la distancia de la cámara y Ely. Desde la propuesta visual no recargada de detalles superfluos existe una correspondencia con el clima y tono que persiste a lo largo de todo el metraje. Si a eso se le suma un guión conciso que encuentra en los diálogos la cuota justa de información y ni una coma u oración ampulosa -ni sobreactuada- se repite el interesante resultado de Las acacias: un film intimista con la dosis de tiempo adecuada entre escenas para que las acciones y situaciones atraviesen la psicología de los personajes y no ocurra al revés.
La palabra debate en este país es sobrevalorada como también devaluada la palabra esclarecimiento. En momentos donde nuevamente se ha caído en el reduccionismo mediático, el coro de opiniones a favor o en contra del aborto más allá de los intereses de sectores o partidos políticos aleja todo tipo de aproximación a diversas realidades que van por el camino del medio entre los extremos. Por ese motivo una película como Invisible puede contribuir a esclarecer realidades, no a tomar partido sobre subjetividades que terminan empañando todo intento de abordaje integral, algo que Pablo Giorgelli consigue plasmar en algunas escenas contundentes para dejar sembrada la semilla en el inconsciente colectivo. En ese sentido, la soledad de Ely magnifica su estado de invisibilidad ante la ausencia de una política de Estado y no de gobierno, sea el color que sea. Desde ese terreno pantanoso la pregunta más incómoda recae no en el presente, tampoco en el pasado, sino en el incierto futuro.