Invisible, segunda película de Pablo Giorgelli, logra una mirada lúcida y desprovista de efectismo sobre temas que hoy se encuentran en el centro de la agenda pública como el embarazo adolescente y la despenalización del aborto. Como en su ópera prima Las acacias, Giorgelli define su puesta en escena a partir de una cámara que observa y acompaña a su personaje, trasciende los vicios de la identificación, y establece su creciente soledad con una honestidad desgarradora.
Llegamos a la vida de Ely un día cualquiera. Sus horas se reparten entre las clases en el colegio secundario, el trabajo en una veterinaria y la desoladora vida familiar definida por la depresión de su madre. El embarazo no deseado no es un shock repentino sino un movimiento subterráneo que altera su vida, sumiéndola en el desconcierto y la muda desesperación. La notable interpretación de Mora Arenillas, el peso de su cuerpo y su mirada, define ese proceso que la hace parte del mundo y al mismo tiempo la desplaza. Ley y orden social confinan cada uno de sus movimientos en un encuadre que Giorgelli concibe siempre a la distancia justa.
Invisible tiene el gran mérito de hacer presente lo no visto sin nombrarlo, de evitar discursos y certezas para instalar dudas e interrogantes. Es la conciencia cinematográfica del director la que elude la cornisa del heroísmo y la proclama, y convierte a la soledad de Ely en aquello que exige la solidaridad de nuestra mirada.