Horror gótico sin inspiración.
El cine de terror gótico tiene como una de sus principales y más reconocibles características el estar situado en un tenebroso y oscuro castillo de origen medieval, lógicamente ubicado en algún remoto de Europa. Será este particular espacio físico, por lo general filmado en penumbras, con una atmósfera insana, inquietante y hasta de ensueño todo el tiempo rodeándolo, lo que marcará el tono sombrío y de misterio al relato o trama a desarrollar. Su protagonista será una mujer, por lo general joven y bella, que llegará a este lugar para visitar a algún pariente y que seguramente ha tenido una reciente y trágica pérdida familiar, lo que la lleva a tener un estado emocional frágil y vulnerable.
Invitación al infierno es una película de terror, dirigida por la realizadora Jessica M. Thompson, que cumple con todas las premisas antes mencionadas. Su protagonista es Evelyn (interpretada por la actriz Nathalie Emmanuel, vista en las últimas entregas de la saga Rápido y furioso o también en la serie de HBO Juego de Tronos), una joven estadounidense de origen humilde que ha perdido a sus padres y que descubre, gracias a un estudio de ADN, que tiene parientes ricos en Inglaterra. Es así como se contacta con uno de ellos, un primo segundo llamado Oliver (Hugh Skinner), que la invita a un castillo para participar de una boda y poder conocer al resto de la familia perdida. Entre estos se encuentra Walter (Thomas Doherty), un muchacho distinguido y muy atractivo, dueño de la gran mansión. A pesar del lejano vínculo, Evelyn y Walter se atraen desde el primer día, y nacerá entre ambos un vínculo amoroso. Pero la felicidad les durará poco ya que en la mansión se ocultan muchos secretos siniestros. Evelyn tendrá miedo, casi sola en la inmensidad del recinto, y tratará de averiguar qué es lo que pasa con su nueva familia política y tendrá que luchar para salir con vida del lugar.
La realizadora y guionista australiana Jessica M. Thompson, lamentablemente porque la propuesta parecía interesante, no llega a deleitarnos con su Invitación al infierno. Por momentos su película es un atractivo cuento de terror, pero eso dura poco. Muchos de los personajes están mal desarrollados o ya los vimos en múltiples ocasiones en otros exponentes del subgénero. Encima los repentinos e inesperados toques de comedia que la directora nos ofrece, más que ayudar en la trama, la vuelven confusa por demás.
Nathalie Emmanuel, una actriz que suele impactar por tener una fuerte impronta física, apenas llega a destacarse y hace lo que puede. La historia de amor (o de horror) que le toca vivir se vuelve casi ridícula, hasta diría poco creíble. La búsqueda de su identidad es una simple excusa argumental para situarla en un entorno de pesadilla. Lástima que el guion, a cargo de Thompson y Blair Butler, sea tan repetitivo y poco inspirado.
Hay una película, Boda sangrienta (Matt Bettinelli- Olpin y Tyler Gillett, 2019), que presenta una historia similar, la de una joven y bella novia que está encerrada y enfrentando peligros en un castillo europeo, que tiene la suficiente destreza y fuerza que a esta Invitación al infierno le falta. En el punto de vista elegido hay un intento de renovación del subgénero de terror gótico clásico que no logra cristalizarse nunca. Fallida y tediosa: mala combinación.