En Palestina las tradiciones se cumplen. Se consideran una falta de respeto no seguirlas. Y es por eso que los hombres de una familia, tienen el deber de repartir las invitaciones de casamiento a todos sus familiares, amigos, compañeros de trabajo, etc., aunque haya alguno que no les guste. En esa aventura de unos pocos días se embarcan Abu Shadi (Mohammad Bakri) y su hijo Shadi (Saleh Bakri) - que también lo son en la vida real - para llevar en mano cada tarjeta participativa de la boda de Amal (María Zreik).
Realizada en la ciudad de Nazareth por Annemarie Jacir, nos cuenta el recorrido de un día que hacen padre e hijo en un viejo pero noble auto, donde, entre casa y casa durante el recorrido, charlan y confrontan por ser o no conservadores. Abu Shadi es un reconocido profesor que está convencido de hacer lo mismo que sus antecesores, y su hijo todo lo contrario porque él es arquitecto y vive en Italia con su novia compatriota, por lo que tienen una mentalidad más moderna y occidental. Los reproches y la falta de comprensión por parte del padre son un problema que no puede resolver Shadi.
La historia está narrada con agilidad porque siempre suceden cosas nuevas donde los diálogos son concisos, pero vuelcan alguna información que le permite ponerse al día con las noticias a Shadi. Se sostiene no sólo por el vínculo padre-hijo, sino también, por la espera en saber si va a llegar la madre de Amal, quien vive en los EE.UU., por un lado, y por otro los encuentros en las casas de cada invitado, donde pueden observarse las viejas usanzas que se mantienen cuando los anfitriones reciben a alguien.
Tal vez la reiteración en las charlas sobre si es necesario acatar o no las históricas costumbres puedan aburrir un poco, pero, como suceden otras cosas en un segundo plano que son importantes para el desarrollo del film, no molesta demasiado.
Ver esta obra, ganadora del último festival de cine de Mar del Plata, es útil para enterarnos cómo actúan ciertos países cuyas culturas son más cerradas para los que no viven por allí. y resulten incompresibles ciertos actos, a esta altura del siglo, que pueda provocar problemas entre padres e hijos.