El conflicto entre palestinos e israelíes vuelve a estar presente en una película, esta vez en una producción entre Palestina y Francia y desde la perspectiva de una familia de origen árabe. El filme es una road movie acotada a los límites de Nazareth durante los preparativos de un casamiento. La tradición indica que el padre de la novia debe repartir personalmente las invitaciones a la boda. Lo hace acompañado por su hijo mayor, un arquitecto que vive en Italia y que vino especialmente.
En ese deambular, padre e hijo se van pasando viejas facturas familiares, pero también otras heredadas de las diferentes posturas y consecuencias sobre el conflicto, las costumbres conservadoras, el rol de la mujer, la estética y la arquitectura. Por momentos “Invitación de boda” recuerda a “Enemigo interior” o “La novia siria”, dos películas que abordaron el tema de una forma original.
En este caso el conflicto regional se traslada al padre y al hijo, estalla en un espacio cerrado y se manifiesta con silencios, miradas de desaprobación y palabras o bromas irónicas. Es más lo que no dicen que lo que dicen estos dos personajes, uno a punto de jubilarse y el otro en el pico de su carrera, a cargo de dos actores que llevan con convicción las contradicciones a las que deben enfrentarse para encontrar su propia paz.