El costumbrismo suele ser mortífero para el cine, una tumba adornada con flores y otros ornamentos que goza del beneplácito de muchos. Refuerza las certezas, supone un orden inextinguible y prodiga a quienes viven en él un lugar y un modo de ser. Casi todas las películas costumbristas piden acatamiento y repetición. Son tan predecibles como el reglamento de un consorcio y las instrucciones de un electrodoméstico.