Hay películas que trascienden la anécdota que dispara las mismas. Cientos de ejemplos abundan en la historia de un cine que intenta, muchas veces, tomar el folklore de un lugar, y algunos elementos de su idiosincrasia, para construir relatos que vayan más allá de los particularismos .
El caso de “Invitación de Boda” (2017) de Annemarie Jacir, además suma elementos de una larga tradición cinematográfica que potencian lo pintoresco y particular para configurar universos narrativos globales, atrapantes, y que en los contrastes, además, suma potencia y vigor. El film transcurre en un tiempo casi real en el que un padre y su hijo, recién llegado de Italia, deberán repartir invitaciones para el casamiento de su hija.
Leído así, la sinopsis no permitirá visualizar que detrás de esa apariencia simple y sencilla se esconde uno de las propuestas más interesantes de los últimos tiempos en materia de cine de origen palestino.
Un auto y dos personas recorriendo pueblos y ciudades con la excusa del disparador, permitirá analizar contrastes entre los nuevo y lo viejo, y también sobre la mirada que se potencia entre aquellos que se han quedado estáticos en un lugar y los que vuelven renovados de otros lugares.
Jacir bucea entre la relación entre padre e hijo, un vínculo que siempre está por explotar ante la mínima diferencia, no porque entre ellos no haya amor, al contrario, sino porque sus diferencias con el tiempo y la distancia se han acrecentado.
Además, otro elemento que suma tensión no es sólo el contraste entre los protagonistas, sino la variedad de personajes secundarios, que con la excusa de entregar la invitación en cuestión, se suman. Desde la incorporación, además, se potenciarán las miradas del padre y el hijo, fortaleciendo sus puntos de vista, y, también, reforzando características que potencian el tempo narrativo generando conflicto y tensión entre ambos.
La anécdota de la boda es superada por recorrer una zona en constante tensión y conflicto, un escenario que Jacir muestra de manera simple y directa, con pocos mecanismos discursivos, centrándose en el refuerzo de sus personajes y la revelación de algunos detalles del pasado que la vigorizan.
Lo pintoresco y el exotismo van dejándose atrás para profundizar en la psicología de los personajes, y a partir de allí trazar un guion que sorprende por cómo al finalizar cierra con algunas ideas acerca del accionar de los protagonistas.
“Invitación de boda” es una película potente que maneja tiempos narrativos de una manera notable, y que también se permite ir a contracorriente de un cine urgente y apremiado.
Su puesta y guion la distinguen por su fachada de exotismo, el que, a los pocos minutos de iniciada se termina por disolver en un marco de choques y reivindicaciones.