No vuela más alto
Los estudios de Hollywood tienden al efecto multiplicador para las secuelas. La verdad es que muchas veces da resultado. Puedo traer como ejemplo cualquier franquicia más o menos exitosa que venga de norteamerica para demostrarlo. Desde las aventuras de un pirata caribeño hasta los saltos del hombre araña, todo crece. Hay más villanos, más subtramas, y muchos más minutos. Podriamos parafrasear a Roger Ebert y decir que cuando una película buena nunca es demasiado larga y una mala nunca es demasiado corta. Pero lo que les juega en contra a estas secuelas es la desmesura de personajes y situaciones que tienen. Plus: el público espera algo mejor y no necesariamente "más".
Este síndrome afecta sin dudas a Iron Man 2, que ve a Tony Stark de regreso, para combatir a dos enemigos Whiplash y Justin Hammer, luchar contra una enfermedad mortífera, proteger su armadura del Estado nacional, hacer nuevos aliados, e incluso recibir la oferta para pasar a formar parte de una liga de superhéroes.
Stark no es el atolondrado y torpe Peter Parker o el esquizofrénico Bruce Wayne. El tipo no tiene poderes sobrenaturales y el principal motivo por el cual es Iron Man (y que ya había explicado en la crítica del primer film) es porque es cool. Así queda claro en una de las primeras secuencias, donde Tony, mofándose de haber dejado atrás su identidad secreta, sale a escena, para ser aplaudido y vanagloriado. Recordemos: al final de Iron Man, Tony decía en público que era el hombre de hierro, conmoción, y títulos finales con la música de Black Sabbath. La apuesta para la secuela era mucho más alta: ¿que podía pasar con los enemigos de Stark ahora que sabían su identidad? ¿como iba a reaccionar el gobierno ante su "juguetito"? ¿podría Tony con su genio caber en el rol de superhéroe?
A la primera pregunta responde Mickey Rourke. Da la sensación que el descubrimiento de la identidad de Iron Man sólo provocó que un viejo enemigo ruso de la familia armamentista entrara en cólera. Pero parece que la sociedad toma la revelación más como una nueva celebrity que como el acontecimiento que supondría semejante afirmación. Entonces, Ivan Vanko se unirá a Justin Hammer (Sam Rockwell, redescubierto por el film de ciencia ficción En la luna) un emulo de Stark pero sin el éxito (ni las chicas). Hay más apariciones, pero tienen más que ver con la futura saga que planea lanzar Marvel: por allí deambulan Samuel Jackson en su simpático papel de Nick Fury y Scarlett Johansson como la infartante Natalie Rushman. Pero claro, ellos están para condimientar lo que vendrá de aquí a dos años.
Para la segunda pregunta, Don Cheadle reemplaza con menos carisma a Terrence Howard en el papel del amigo Rhodey, quien, trabajando para el gobierno de USA, deberá intentar que el Howard Hughes moderno entregue su armadura. Por las buenas o por las malas. Armen la secuencia: amigos-enfretamiento- amigos nuevamente y voilá.
Y la última: para nosotros, la película es Tony Stark, o mejor dicho, Robert Downey Jr. devorándose cada minuto en pantalla y probando que es un gran actor cómico (perdón, es un gran actor: yo lo redescubrí en Zodíaco) con sus gestos y su precisión, su ritmo, para cada chiste. Los demás, con el tiempo que tienen en pantalla, no pueden lucirse mucho. El más perjudicado sin dudas es Mickey Rourke, cuyo personaje tiene un atractivo mucho más grande que el apenas esbozado en pantalla. Pero termina siendo un villano de stock para proporcionar grandes secuencias de batallas robóticas en el último acto.
El guionista Justin Theroux (de la gran Una guerra de película) inserta como puede todo esto en el film. Las cosas no se van al demonio como en El hombre-araña 3 (la peor del pasado arácnido), y todo se asemeja más a una sucesión de problemas y descenlaces para avanzar al nuevo problema. Es dinámico, pero también es light. Hay varios chistes que por suerte, funcionan y siguen haciendo esta nueva saga, por ahora, un producto atractivo. Eso sí: no existe el comentario político de la película anterior (está bien, hay, pero poco, sin espacio para expandirse) y tampoco esperen grandes cuestionamientos morales acerca de lo que significa ser un superhéroe.
Por suerte, el director Jon Favreau es lo bastante listo como para nunca pasarse al dramatismo barato ni a la falsa épica. Incluso él se permite un divertido papel que revindica su tono juguetón e infantil (y esto no lo digo para nada en sentido peyorativo). Pero juntar tanto material hace que la compresión dañe al producto final.
Iron Man 2 sigue siendo una película cómica antes que otra cosa. Es una lástima, sí, que no se anime a más (yo no pido el aura oscura de El caballero de la noche tampoco) y que sólo vuele a la misma altura que su predecesora. ¿Es este un film menor? Sí. Acá ya no existe el factor sorpresa ("que gran performance de Robert Downey Jr.") y tampoco la escalada. La película navega (con un capitán que sabe entretener a su tripulación todavía y cada tanto trata de revertir el caos marítimo) en las tranquilas aguas que sin duda la llevarán al éxito mundial en la taquilla.