Marvel me repela.
En serio, más allá de que algunas películas sean mejores o peores, no puedo involucrarme con las historias, protagonistas y superhéroes de Marvel llevado al cine, como en cambio me involucro con las adaptaciones de DC, como lo fueron las cinco adaptaciones de Batman (dejo afuera por razones obvias las dos versiones de Joel Schumacher) e incluso Superman (en su momento he defendido a capa y espada Superman Regresa de Singer, más allá de que Brandon Youth no puede actuar más en su vida).
Incluso con El Hombre Araña de Sam Raimi no pude sostener el fanatismo que sienten millones de críticos y fans alrededor del globo. Y Raimi es una gran influencia para mí (especialmente sus películas bizarras). Pero no puedo con el trío Maguire – Dunst – Franco. No me convencen. La estética visual de Raimi es soberbia en toda la saga, más allá de los efectos, admito que tiene escenas admirables, diseñadas por un verdadero autor, artesano cinematográfico nutrido de los cómics y el clase B. Pero no aguanto el melodrama romántico, el discurso telenovelesco, la crisis post adolescente. No por nada, me quedo con la tercera parte, acaso la más oscura, ambiciosa, personal e imperfecta, que contiene el humor más Raimi de las tres partes… Pero el final es horrible… y pensar que no habrá una cuarta para mejorarlo.
Algo similar me pasa con las X-Men. Al igual que con las de la saga del alter ego de Peter Parker, a la trilogía mutante la seguí porque conocía su procedencia, no del cómic en sí, sino de las adaptaciones animadas. Y con ambas series me pasaba algo similar: no aguantaba cuando se convertían en dramas moralistas y sociales. Demasiadas lágrimas. Batman es oscuro pero no llora al menos. Y las películas de Singer sobre el grupo de mutantes liderados por Charles Xavier, son bastante interesantes. Se trata de un director que sabe manejar el suspenso y la tensión de forma clásica, pero cuando se mete con dramas humanos, es el más convencional y previsible. Por suerte, Brett Ratner, supo dejar el drama un poco de lado en la tercer parte, y dedicarse más al humor y la acción en sí, logrando un producto, quizás mediocre, pero al menos más entretenido.
Por Iron Man, no sentía demasiada simpatía. La serie animada de chico me aburría. Este millonario con armadura de robot era demasiado solemne serio y aburrido. No sé como sería en el cómic, pero en la pantalla chica era peor que los X-Men. Podría agregar a la lista fracasos estrepitosos como Daredevil, Elektra, Los 4 Fantasticos… pero son irrelevantes. Las Hulk merecieron mejor suerte. Ang Lee hizo un trabajo estético interesante en la primera y con actores realmente fascinantes como Bana, Conelly, Lucas, Elliott y Nolte. Pero fracasó por su propia solemnidad. La segunda fue más entretenida, pero menos sustanciosa, a pesar de contar con Edward Norton.
El mayor mérito del actor Jon Favreau, a la hora de encarar al hombre de hierro detrás de cámaras, fue aportarle un espíritu lúdico humorístico como ningún otro superhéroe tiene… y por supuesto elegir a Robert Downey Jr. como este Tony Stark megalómano, que en realidad es tres personajes al mismo tiempo: Stark – Iron Man – Downey Jr. No necesita una personalidad visual o guiones demasiado oscuros, filosóficamente profundos, que hablen sobre la discriminación, la madurez, o cualquiera de esos temas existencialistas de la sociedad contemporánea. Los enemigos de Iron Man son de carne y hueso: no son abstractos. Son los enemigos de la “paz”, traficantes de armas, terroristas internacionales, militares, fabricantes de bombas. Y ahí es donde triunfo la primera parte, y donde la secuela refuerza sus cañones y afina la puntería.
Pocos le tenía fe al gordito cuasi desconocido, actor cómico secundario cuando agarró la batuta de Made con su amigo Vince Vaugh, una comedia que sería precursora del estilo Apatow en cierta forma. Pero le fue bien. Hizo algunos modestos e intranscendentes trabajos para TV, a la vez que seguía adelante su carrera actoral, y empezó a triunfar realmente con dos divertidas comedias infantiles bastante entretenidas: Elf con Will Ferrell y Zathura.
Iron Man no me voló la cabeza como le sucedió a tantos otros, pero me gustó. Robert Downey Jr. estaba perfecto en el rol. Podía pasarle por encima a notables actores como Jeff Bridges o Terrence Howard, gracias al magnetismos de su personalidad, su humor desprolijo, políticamente incorrecto y desfachatado. Además la primera Iron Man abrió el camino a Los Vengadores, que se realizará bajo la dirección de Joss Whedon en el 2012.
Iron Man, el Superhéroe Rockero
Lo más criticable de la primera parte, era que Favreau no se animaba aún de salirse completamente de los moldes. Todavía existía cierta timidez por no corromperse. El guión era muy básico, y efectivo. Demasiado redondo y correcto para un personaje (y un actor) tan desequilibrado. Hay un dicho que dice: “a tu vida agrégale un poco de locura”. Como diría El Guasón de Ledger: “se necesita un poco de anarquía a veces”.
Lo que Iron Man 2 necesitaba era “imperfección”. Y Justin Theorux, el reconocido intérprete de las últimas películas de David Lynch, director de la comedia romántica Enamorado, y co guionista de Una Guerra de Película, realizó un guón con bastantes fisuras, grandes dosis de humor y desequilibrio. Todo apropiado para que Downey Jr. vuelva a brilla y Favreau pueda relamerse en demostrar que puede filmar excelentes secuencias de acción.
La diferencia es que esta vez, además de la potencia interpretativa de Downey Jr. trató de concederle al elenco un poco más de personalidad, no dejar que todo el peso recaiga sobre el actor que interpretó con la misma solvencia a Chaplin y Sherlock Holmes.
Lo cierto es que Sam Rockwell como el empresario opositor a Stark es prácticamente tan megalómano como este mismo, y el actor, a la vez, tiene algunas escenas donde logra superar a un peso pesado como Mickey Rourke, que interpreta de manera bastante discreta para un actor de su calibre a este Ivan Vanko. Realmente parece que Rourke ha retrocedido a las épocas en las que trabajaba solo por el dinero, y no a las emocionantes escenas de El Luchador o Los Inadaptados. Desilusionante. Desconcierta también como Scarlet Johansson bajo a los sótanos, y terminó siendo solo una chica con un cara y cuerpo bonito. ¿Dónde está la actriz que brillaba con luz propia en Perdidos en Tokio o Match Point?
No se sabe. Pero Gwyneth Paltrow logra destacarse un poco más como la chica Iron Man, y sobretodo sorprende que el verdadero cómic relief de esta secuela sea… Happy, el conductor y guardaespaldas de Stark, que es interpretado con mucha gracia por el propio Jon Favreau, que en la anterior apenas había sido un bolo menor. Don Cheadle no le hace sombra al protagonista y realmente no se extraña a Howard en el mismo personaje, pero si en la tercera parte, cambiaran nuevamente al actor, tampoco se lo extrañaría a Cheadle. Parece que el personaje de Rhodes no encuentra todavía la brújula en la saga.
Por último, cabe destacar la presencia de Samuel L. Jackson como Nick Fury. Con su típico humor e ironía, Jackson tiene los textos más divertidos de la trama.
Es raro encontrar la adaptación de un cómic en donde se deba hablar más del elenco que de la historia, o los efectos especiales. Pero es así, la saga de Favreau se destaca más que nada por los personajes e intérpretes. La historia es muy simple: el gobierno quiere usar a Iron Man como arma, él no quiere estatizarse. Es casi, como si Macri fuera Iron Man y los Kirchner lo obligaran a trabajar para ellos, buscando “terroristas”. No es una linda comparación, pero se lo podría definir de esa manera… Solo que la idea de tener a Macri como “superhéroe” es aterradora. Pero no nos desviemos por la tangente.
En el medio aparece una empresa rival liderada por Hammer (Rockwell) que quiere inventar sus propios Iron Mans, para competir con Stark y para eso, manipula a un ruso loco (Rourke) al que en realidad le importan poco los negocios y más la venganza. Por otro lado, Tony Stark debe enfrentar su propia mortalidad, luchar contra sus excesos y egocentría. Como si fuera poco, Nick Fury lo controla para que forme parte de Los Vengadores… y además no puede quedar afuera una subtrama romántica.
Sí, el guión de Theroux es demasiado ambicioso y todo queda un poco… episódico. Algunas situaciones son forzadas y completamente incomprensibles (¿Tony se mete a pilotear un Fórmula 1 por pura excentricidad?) Pero en dicha perfección, dichos baches y caprichos de guión, Favreua mete Heavy Metal. Y si no es AC/DC, es Queen (maravilloso ejemplo de cómo usar cinematográficamente “Another One Bites the Dust” como sucedía en Pequeños Guerreros).
Iron Man sobretodo es una crítica política a la manera en que se inventan, se crean y se venden constantemente armas y explosivos con tanta facilidad. Como se trabaja con partículas, átomos y energía nuclear sin ningún tipo de cuidado. Como con solo apretar un botón podemos volar todos en mil pedazos, y como las empresas arman guerras para tener más armas. La violencia como adicción, pero con humor y sin redundancias didácticas: “así somos los estadounidenses, unos adictos a la guerra y armas como Tony Stark y Iron Man”.
En esta secuela se refuerzan las semejanzas con James Bond, se abre el abanico para seguir enganchado con la saga Marvel que logrará juntar a todos los superhéroes en Los Vengadores (prestar atención a un elemento que ayudará a Tony Stark con un experimento y quedarse hasta el final de los créditos para comprobarlo). Y sobretodo se refuerza el humor y las desfachatez.
Quizás, en forma objetiva tengo que admitir, que a pesar de la espectacularidad y los méritos ante descriptos, la primera fue mejor cinematográficamente hablando. Personalmente, esta me gustó más, y por tanto se convierte en la película Marvel que más conforme me ha dejado. Entretenida, divertida, y a pesar de todo, olvidable a la semana de haberla visto.
Habrá que empezar a ilusionarse que en el 2011 la Thor del gran Kenneth Branagh esté a la altura de las expectativas, al igual que El Capitán América de Joe Johnston. Y si en el 2012, usted lector, después de Los Vengadores le pide a Marvel un descanso, no se preocupe. Ese mismo año, Christopher Nolan nos traerá la tercera parte sobre la vida de otro multimillonario que combate el crimen detrás de una máscara, solo que, a diferencia de Tony Stark, a este no lo acompañan rubias hermosas, sino “ratas con alas”.