Robert, el gigante de hierro
Cuando en el 2008 se estrenó la primera Iron Man, la empresa Marvel se la estaba jugando bastante. No sólo se trataba de trasladar al cine un personaje de historietas no tan conocido para la gente en general (al menos no al nivel del Hombre Araña o los X-Men), sino que encima para interpretar a dicho superhéroe convocaron nada más y nada menos que a Robert Downey Jr., que si bien era considerado como un excelente actor para muchos, gracias a sus continuos arrestos y adicciones nunca terminó de convertirse en la estrella que siempre mereció ser. Pero había otro riesgo más que la empresa comiquera estaba corriendo, y es que Iron Man era la primera película financiada por la Marvel como un estudio de cine independiente. Eso iba a permitir que los ejecutivos realicen lo que en el ámbito de los comics se llama “crossover”, o sea, el estudio iba a tener la libertad absoluta de juntar superhéroes diferentes en una misma película, ya que los derechos de cada personaje les pertenecen exclusivamente a ellos y no a los estudios grandes como la Sony o la Universal (por eso jamás van a ver a Spider-Man cruzándose con los 4 Fantásticos por ejemplo, ya que pertenecen a estudios diferentes). Esto permitiría el desarrollo de ese proyecto muy soñado tanto por la empresa como por los fanáticos de los comics, la película de Los Vengadores, una suerte de Liga de la Justicia versión Marvel que une a Iron Man con Hulk, El Capitán America y Thor (estos dos últimos personajes ya tienen sus films en pleno rodaje para estrenarse el año que viene).
La jugada les salió más que bien. La primera película fue un gran éxito de crítica y público que relanzó por completo la carrera de Downey en Hollywood, y por eso era esperable el grado de anticipación que generó esta secuela. Si revisamos las segundas partes en films de superhéroes, encontramos que en general suelen ser superiores a la película original, como es el caso de El Hombre Araña 2, Batman: El caballero de la noche o X-Men 2. La fórmula es clara: habiéndose sacado de encima la clásica “historia de origen” del propio superhéroe, las secuelas tienden a ampliar el mundo desarrollado por la antecesora, y en general las secuencias de acción suelen ser mucho más impactantes y explosivas. La pregunta entonces era lógica, ¿sería Iron Man 2 una digna representante de aquellas segundas partes que superan al film original?
La respuesta, al menos por ahora, es que no. Esto no quiere decir que Iron Man 2 sea un fracaso, para nada. Es más, hay algunas áreas en donde este film representa un gran progreso con respecto al primero. En primer lugar, al director Jon Favreau se lo ve más seguro en el desarrollo de las escenas de acción. Tanto la primera batalla de Iron Man con el villano Ivan Vanko (un Mickey Rourke con acento ruso y tatuajes por todos lados) en una pista de carreras, como la secuencia final contra un ejército de robots, muestran una mejoría notable en ese aspecto. Hablando de los villanos, tanto Rourke como el inmenso Sam Rockwell (interpretando al rival de Stark en el negocio de venta de armas) se lucen como oponentes de nuestro héroe, uno motivado por la venganza y el otro por la envidia.
Los principales problemas con Iron Man 2 se encuentran en el guión. Después de unos primeros cuarenta minutos muy interesantes en donde se plantean los principales dilemas al protagonista –por un lado su corazón artificial que le empieza a fallar y por otro las repercusiones de haber revelado al mundo su identidad– la historia en la segunda mitad empieza a tornarse algo larga y pesada, con la llegada de Nick Fury y el comando S.H.I.E.L.D. apareciendo de la nada y alargando la trama sin ningún propósito para el relato principal (sí, hay un propósito en realidad, el de sentar las bases para una futura película de Los Vengadores). Es en esas cuestiones, así como en el agregado de personajes que poco aportan a la trama (la Black Widow de Scarlett Johansson, también un guiño a los fans para una futura película) donde se ven algunos problemas en la mitad del relato. Es como si los ejecutivos de la Marvel de pronto hubieran decidido que, en sacrificio de la historia de Tony Stark, había que agregar más personajes del universo de las historietas en la pantalla grande pensando en el futuro de la franquicia más que en la película misma.
Por suerte, cuando parece que a Favreau el relato se le va de las manos y uno empieza a desear que alguna escena de acción nos devuelva el interés hacia la historia, ahí esta el genial Robert Downey Jr. Siempre activo, siempre con sus frases irónicas y su encanto permanente, Downey continúa demostrando ser el arma principal en esta saga, y su sola presencia carismática logra salvar cualquier bache que el guión pueda llegar a tener. Así, el saldo final es positivo, pese a no llegar a la solidez de la anterior entrega. Esperemos que para la próxima película Favreau realice los ajustes que tenga que hacer y pueda romper el maleficio de las terceras partes, que generalmente son las que terminan por condenar a una saga tanto creativa como financieramente. Pregúntenle sino a Superman, a Batman o al Hombre Araña.