De héroes y demonios
Una cosa es clara, si un personaje poco popular y casi olvidado hoy es una franquicia exitosa, eso se debe al talento y carisma del actor Robert Downey jr., quien en esta tercera entrega del hombre de hierro se carga el filme más de lo que lo hizo en las anteriores; y esa es la decisión más inteligente que los productores podían tomar. "Iron Man 3" es un vehículo para lucimiento de Downey, que despliega toda su impronta dotando a Tony Stark del desparpajo, humor e ingenio que ya le conocemos, pero en dosis mayores.
Porque esta vez no es la armadura la protagonista del relato, sino la capacidad de Stark para sobreponerse a la duras circunstancias a las que es sometido por un sujeto que vuelve del pasado para desafiarlo y destruirlo. También está El Mandarín (Ben Kingsley), pintoresco terrorista que acosa al mundo mientras busca poner de rodillas al presidente de los EE.UU., y con él al sistema tal como lo conocemos.
Como si no fueran suficientes frentes que atacar, Stark debe sobreponerse a un grave trastorno de ansiedad que adquirió luego de la aventura compartida con Los Vengadores. La imposibilidad de dormir y los ataques de pánico que pueden sorprenderlo en cualquier momento se le suman a los otros enemigos, más letales, a los que debe enfrentar.
"Iron Man 3" ostenta un guión sólido que ofrece varias vueltas de tuerca y un digno cierre de trilogía, además de una buena dirección, excelentes efectos especiales y un elenco en el que además de Downey se destaca el gran Ben Kingsley, en un rol que sorprende.
Como es habitual en los filmes de Marvel, al terminar los créditos hay un escena extra, así que no dejen su butaca.