Redoblando la apuesta al máximo luego de un film inicial y su secuela, la saga de Iron Man logra en su tercera versión probablemente su mejor opus. Y acaso el último, según de lo que se desprende del inesperado desenlace del film, pero eso puede ser sólo un rebaje para volver a poner primera. Con un estilo diferente
al que le imprimió Jon Favreau, responsable de los dos films anteriores, Shane Black sorprende en su reinterpretación del mito del personaje metálico. Con sólo un film como realizador en su haber y varios trabajos notables como guionista (la primera Arma mortal y El último gran héroe, aquel ingenioso e irónico film de
acción con Schwarzenegger que homenajeaba al cine), Black logra un film atractivo en su faz dinámica y a la vez interesante en su trama y subtextos.
En su primer largometraje, Entre besos y tiros, también tuvo a Robert Downey Jr. como protagonista, y quizás por ese conocimiento previo, el lucimiento del actor de Chaplin parece esta vez mayor, física e histriónicamente. La trama lo pone al límite como nunca antes y esto tiene que ver no sólo con las escenas de acción sino también con otras que lo comprometen emocionalmente. Además, y esta es otra novedad, Tony Stark tendrá que arreglárselas más de una vez sin su armadura de acero, apelando a su destreza física e ingenio electrónico y mecánico. También en esta continuación crece significativamente el rol de Pepper Potts, la secretaria y gran amor del millonario, con una Gwyneth Paltrow dispuesta a mayores proezas en todo sentido.
Con un prólogo que arranca justo antes del nuevo siglo, la historia va proponiendo bifurcaciones que la van enriqueciendo, con la participación de personajes diversos y sustanciosos como los villanos a cargo de Guy Pearce y Ben Kingsley y un niño con el que se produce una carismática dupla. Con algunas escenas fenomenales (como el rescate en el aire de pasajeros de un avión despresurizado) y asimismo algunos excesos (entran juego demasiados trajes de Iron man que se despedazan con demasiada facilidad) el resultado global es igualmente formidable.