Busquemos un tópico similar (al menos en cuanto al tema de la hojalata) para sopesar la evolución de una franquicia. En el caso de Transformers, la avidez inicial para ver en pantalla grande y con la ayuda de las nuevas tecnologías digitales lo que de chicos uno veía en dibujitos, satisfizo a los fanáticos con su envión inicial; en la segunda parte se logró una medianía preocupante; y al llegar el tercer escalón lo único que había era ruido.
Cuando en 2008 llegó Iron Man, este producto de la factoría Marvel se plantó como un más que sólido entretenimiento porque no sólo se ofrecía un fantástico despliegue visual, sino que eso venía acompañado, sostenido, por un gran actor que cazó al vuelo la esencia del personaje. Quizá porque no son muy distintos, aunque eso es para otro análisis.
Robert Downey Jr. se encargó de darle vida al egocéntrico, excéntrico e irónico Tony Stark, y junto al trajecito sofisticado ese combo constituía la base principal del arranque de la saga. En la siguiente película, la mordacidad se diluyó y a pesar de que no fue una mala experiencia, se sintió claramente que faltaba algo. Bajo las riendas de Shane Black, un tipo con más experiencia como guionista que como director, esta tercera entrega de Iron Man retoma las características psicológicas del personaje, por lo que todo lo demás que se añadió resultó un buen plus para disfrutar, sobre todo, al inefable Tony Stark.
Uno y el equipo. En esta oportunidad, Stark ve como su mundo se destruye de un plumazo y cómo las personas que lo mantenían enlazado a la realidad corren serio peligro: léase aquí Pepper Potts, con una Gwyneth Paltrow que cobra bastante más protagonismo que en las anteriores cintas. En este sentido, también la figura el comandante Rhodes (Don Cheadle) toma un poco más de vuelo.
Ayudado por un niño, Iron Man debe enfrentar a un enemigo del pasado y a otro personaje en todo el sentido del término, llamado El Mandarín. El primero de ellos es interpretado por Guy Pearce y el segundo por Ben Kingsley, como para certificar que se puso mucha carne en el asador para decorar el lucimiento de Robert Downey Jr. Completa el nuevo entramado la presencia de Rebecca Hall, en el rol de una científica que conformará un triángulo junto a la dupla Stark-Potts. Lo que quiere decir, por supuesto, que junto al regreso del humor, el amor también hará de las suyas.
Para el final, lo que inevitablemente debe tener un producto de Marvel: un listado más que prometedor de escenas hechas en computadora que seguramente dejará conformes a los más exigentes buscadores de acción. Un dato para el espectador ansioso que busca rápido la salida al finalizar la proyección: a no escabullirse porque tendrá su recompensa una vez que pasen los créditos.
Sin descollar ni erigirse como referencia obligada del género, Iron Man 3 recobra energía y ofrece un entretenimiento de alta calidad a lo largo de dos horas y monedas. Y eso es más de lo que muchas sagas pudieron ofrecer.