Iron Man al extremo
Gran película de acción con increíbles dosis de humor que crean el perfecto combo de entretenimiento. Robert Downey Jr vuelve a hacer un excelente trabajo y las escenas de acción son tan increíbles como excitantes. Si bien, Iron Man 3 no es perfecta genera fascinación por su desvergonzado uso de la comedia y habilidad en la creación de efectos especiales.
Iron Man 3 tiene como principal fortaleza conocer y explotar a la perfección sus virtudes. El despliegue de Robert Downey Jr con su peculiar carisma y el avasallante uso de efectos especiales le otorgan a la película la perfecta mezcla entre humor y acción. Es impresionante como estas dos cualidades no desentonan en ningún momento. La comedia es impecable, en especial cuando satiriza al terrorismo o se burla de complejas heridas emocionales como el abandono en la etapa de la niñez, mientras por otro lado las diversas escenas de acción no solo funcionan a la perfección sino que también asombran por su alto grado de sofistificación.
En contraparte, como sucedió en la segunda película, la trama vuelve a tener problemas a la hora de constituir a los villanos. En este caso, la falla proviene en crear a un fuerza antagónica prácticamente indestructible, casi inmortal, de la cual nunca parece poder definirse cual es su debilidad para poder matarla. O sea, si durante toda la trama se ve a los villanos sobrevivir de disparos, explosiones o desmembramientos y nunca se entiende precisamente que los derrota, se hace de la batalla un campo sin reglas donde todo es posible y cuando esto sucede la épica del héroe se hace añicos al no haber limitaciones o desafíos en su accionar. Por ejemplo, el enfrentamiento final comete el mismo error que hizo George Lucas en su "Guerra de las galaxias" cuando enfrento a ejércitos de robots con clones: observar la batalla era asombroso pero en el fondo era insignificante ya que al ser un enfrentamiento entre seres a los cuales el espectador no sentía empatía volvía a toda la experiencia completamente vacía.
Sin embargo, el verdadero problema (mejor dicho inconveniente menor) de esta nueva entrega radica principalmente en el agotamiento de su formula constituyente. Todo resulta familiar y conocido, casi como un dejavu. No se trata de una falla propia del género sino más precisamente de la franquicia. Ya son tres películas de Iron Man en las cuales Tony Stark comete un error que lo aísla de todo el mundo para poder trabajar en una nueva armadura. Los desenlaces se vuelven más predecibles y hasta redundantes. En la primera, el protagonista se enfrentaba contra el jefe de su compañía quien usaba un traje monstruosamente grande, en la siguiente su rival también crea su propia armadura la cual tiene látigos electrificados y está acompañado por una patota de robots, mientras finalmente en la última tenemos una guerra campal entre toda clase de Iron Man y una legión de hiper-soldados. Incluso por último, se vuelve a repetir la presencia de una enfermedad que padezca su protagonista. En definitiva, este podría no ser un gran problema, pero el abuso de tramas similares impiden generar asombro o sorpresa en el espectador e incluso hasta pueden decepcionar.