Stark regresa como salvador
Miles de efectos y escenas de acción se unen a la ironía con que se cuenta una tercera parte de este héroe que ahora hasta deberá salvar al presidente. Un guiño para los fans.
Los fanáticos incondicionales de la saga estarán a sus anchas con el retorno de Tony Stark. Los seguidores de los personajes de Marvel recibirán con alegría la tercera parte de Iron Man. También, los conocedores de los pliegues y replieges formales y temáticos de las películas de superhéroes, se trate de la marca Marvel o de cualquier otra. El desafío, por lo tanto, está en saber qué les ocurre a los otros espectadores. Pues bien, Iron Man 3 es una película democrática, invadida por ideas geniales y otras reiterativas, plagada de acción, ironía y momentos autoparódicos, atractiva de digerir.
La fiesta está preparada y su personaje principal, interpretado por el híper carismático Robert Downey Jr. oficia como un perfecto y seductor anfitrión. Con su aspecto canchero, sus dudas existenciales (hasta donde permite un héroe de estas características), su aspecto dual entre ser o no ser Iron Man, sus nuevos enemigos, su novia de siempre (Gwyneth Paltrow), ahora con más protagonismo que en las dos partes anteriores, y su nueva misión de salvar al mundo, incluyendo al presidente.
Uno de los ítems en que se beneficia el film está en la dupla de enemigos de Tony Stark o de Iron Man, . Por un lado, el desquiciado y violento Aldrich Killian (Guy Pearce), dispuesto a destruir todo aquello que se le cruce en el camino, como una especie de Terminator de historieta. Pero quien no se toma demasiado en serio, a tono con la ligereza que manifiesta la película, es el chanta que recibe el mote de El Mandarín, encarnado por Ben Kingsley, en clara oposición a su recordado papel de Gandhi de hace tres décadas. En un coprotagónico de peso aparece otra novia de Stark, Maya Hansen (Rebecca Hall), excusa para que Iron Man 3 empiece en 1999 en la ciudad de Berna, en una secuencia que se procesa como disparador argumental de la trama.
Destacar una escena de acción en una película repleta de efectos visuales, batallas aéreas, explosiones, hologramas para tirar por la ventana y esforzados rescates en el aire (Iron Man tiene esa misión, que incluye salvar hasta al presidente) es un propósito inútil de cumplir. Sin embargo, la película construye personajes interesantes, la mayoría de ellos a través del guiño y la ironía, buscando complicidad en ese espectador fanático, pero también, en el recién llegado de la serie. En ese punto, la herencia dejada por el director y actor Jon Favreau, ahora tomada por Shane Black, tiene sus réditos estéticos. Un último detalle: una vez que terminan los diez minutos de créditos finales, Iron Man 3 entrega una secuencia que colmará de felicidad a los miles de fans de películas con superhéroes como protagonistas.