Lee, Black y Downey Jr. artífices de un “cómic movie” genuino y muy entretenido
¡Qué fácil!... si digo que “Iron Man 3” es muy entretenida y brillantemente actuada, pero no ofrece nada nuevo a la saga ni al subgénero “comic movie”. Todo se termina en dos renglones y el editor me echa a patadas.
La industria hollywoodense es increíble. Uno mira la planificación anual y las proyecciones de la recaudación y se le ponen los pelos de punta. Los medios de comunicación, como el “Hollywood Reporter”, por ejemplo, suelen vaticinar el movimiento de boletaría con una precisión admirable, mientras los estudios, merced a las leyes del mercado capitalista, pueden despedir masivamente por lo que ellos consideran un fracaso. Así sucedió este año en la Dreamworks porque “El origen de los guardianes” (2012) recaudó menos de lo que pensaban. No es que perdió plata. Los rajaron porque no ganaron tanto.
En fin, ya ocupé un párrafo y todavía no dije nada de la película.
Dentro de los personajes de Marvel, Iron Man es de segunda o tercera línea. El atractivo subió un poco el rating porque Stan Lee, el creador de casi todo este mundo, el George Lucas de la historieta, y vivo como el hambre, fue de a poco logrando conectar los cómics unos con otros. Al principio invitando personajes mutuamente a cada volumen-episodio, y luego haciéndolos interactuar en esta lucha del bien contra el mal. Llevó años pero los frutos millonarios se ven ahora.
Decía que Iron Man no era tan importante, y menos en el mundo del cine, hasta que se juntaron los planetas y los creadores llamaron a Robert Downey Jr. Él, y sólo él podía darle al personaje de Tony Stark las características necesarias para cachetear al espectador con una dosis de buena onda, humor, y acción al mismo tiempo. Una verdadera lección de construcción de personaje aprovechando sus recursos actorales. Además de ser bueno, nos cae bien. Ya no importa lo que haga. Es como el Ricardo Darín de allá. Canchero, algo chanta, exitoso, de chiste fácil, autosuficiente. Esas características histriónicas que Robert Downey Jr. le brinda a su criatura han sido, y son, la estrella de la realización. De las tres producciones ya filmadas. Tanto es así que en esta lo vemos casi todo el tiempo fuera del traje emblemático, con el agregado de ataques de ansiedad y algunas decisiones torpes. En ese magnetismo que genera empatía instantánea está la clave.
Todo comienza con un Tony en la cresta de la ola siendo abordado por Aldrich Killian (Guy Pearce), un científico que quiere asociarse a su empresa. Lo dejará pagando a la intemperie para ir en pos de “hacer suya” a una chica de turno (Maya Hansen). Bióloga ella, bonita. Está trabajando en un experimento para regenerar el tejido humano, pero todavía se encuentra en etapa de experimentación. No anda bien y las cosas explotan. El montaje nos lleva a años después. Tony está en su salsa como siempre, pero ahora trabajando en nuevos modelos de súper latas mientras sigue su vida con Pepper (Gwyneth Paltrow) que anda con guardaespaldas (El ex director de la saga, John Favreau) y recibiendo a Killian, quien otra vez insiste en presentar un invento revolucionario pero peligroso si cae en malas manos.
No conviene adelantar más de la trama, pero sí hacer hincapié el gran acierto de “Iron Man 3”: Apostar por Tony Stark en lugar de ir por la aventura de efectos visuales. El guión se ocupa muy bien de delinear lo que le sucede al ser humano detrás de la máscara. Lo dota de una personalidad lo suficientemente sólida como para que sea el centro, y así Robert Downey Jr. pasa a ser el núcleo al cual converge todo el resto de lo que sucede. El guionista y director Shane Black ya había hecho esto antes, cuando escribió “Arma Mortal” (1986) con el teniente Martin Riggs, encarnado por Mel Gibson. Los espectadores esperábamos más de Riggs que de la trama, y lo mismo sucede aquí. También en los demás personajes Black hace gala de buen guionista. La inclusión de un niño como partenaire ocasional de Stark abre la aventura hacia un plano adicional donde todos están incluidos, pero tampoco es casual, ya que “El último gran héroe” (1993) también establecía este vínculo entre un niño y un hombre de acción encarnado por Arnold Schwarzennegger.
Por eso esta tercera parte es más que un film de superhéroes. Supera las barreras del subgénero para transformarse también en un producto que puede abarcar un espectro más amplio y una proyección inusitada hacia el futuro. También es cierto que las dos predecesoras dieron el suficiente plafond como para no necesitar más introducciones de los personajes, sino profundizarlos. En todo caso podría decirse que el villano tiene las mismas características de presentación y desarrollo que aquél Acertijo de “Batman forever” (1995). Sólo que hay una enorme distancia entre Jim Carrey y Guy Pearce.
También hay sorpresas respecto del uso de los efectos visuales y los demás rubros técnicos. El diseño de sonido es sencillamente maravilloso. Importa tanto una explosión y el ruido a metal como el ambiente de un garaje abandonado. Cada detalle está cuidado al máximo. “Iron Man 3” es entretenimiento puro pero también un fantástico ejemplo de los distintos caminos que se pueden tomar para moverse en la meca del cine, entregar un producto sólido y, sobre todo, muy bien elaborado.