Historieta con responsabilidad política
Desde la primera escena, Iron Man 3 nos ofrece un gracioso acierto: rememorar el año 1999 con el hit de Eiffel 65 llamado “Blue (da ba dee)”, aquel pop marchoso horripilante que no hace más que marcar el tono cómico que el film, pese a sus altísimas dosis de acción y aventura, no abandonará jamás. Y quizás suene trillado, pero si Iron Man ya lleva tres entregas y tuvo un protagonismo estelar en Los Vengadores, es gracias a un actor estridente, avasallante e indomable como Robert Downey Jr. A esta altura está muy claro que el personaje de Tony Stark va a quedar en la historia como uno de los más jugosos de las películas de superhéroes, por lo menos las de las últimas décadas. No tenemos frente a nosotros las noñerías del “buenudo” de Peter Parker de la saga de Raimi. Tampoco la timidez e intrascendencia del Clark Kent de Superman Regresa. No nos topamos con las excentricidades medidas y los excesos culposos de un Bruce Wayne cuyo alterego habla susurrando en la saga de Nolan. Tony Stark es un personaje explosivo en cada plano, una catarata verborrágica desmedida impredecible, un millonario malcriado, irascible, descuidado, egoísta, insufrible y desbocadamente divertido...