Pese a los cambios, el superhéroe sigue vigente
"Tengo muchas disculpas para ofrecer... Nada ha sido igual desde Nueva York. Uno experimenta algo y luego se termina. No puedo dormir, y cuando lo hago tengo pesadillas. Honestamente, hay 100 personas que desean matarme. Ojalá pueda proteger lo único con lo que de verdad no puedo vivir", lamenta Tony Stark, en la tercera entrega de la saga que enmarca en la franquicia de Los Vengadores, de Marvel.
Stark --quien sigue la serie y el cómic lo sabe-- refiere a los sucesos acaecidos en la segunda parte de Iron Man , cuando el magnate superhéroe revela que es Iron Man; y presionado por el gobierno de los Estados Unidos para revelar el secreto de sus trajes, "armas altamente sofisticadas" que finalmente son presentados en la Stark Expo de Nueva York como Iron Soldiers o Hammer-Droides, así como la nueva armadura superarmada y modificada Mark II (War Machine), piloteada por James Rhodes por el nuevo proveedor de armas, Hammer Industries.
También en ese episodio, Stark muestra su preocupación por el envenenamiento por paladio que está produciendo el reactor Ark que impide que la esquirla que anida en su pecho llegue a su corazón, y encuentra una solución de mano de Fury, quien a la vez le informa acerca del proyecto Vengadores.
Y finalmente y luego de vencer a Vanko, el villano de turno pone a las empresas Stark en manos de Pepper Potts, a quien, de paso, le revela su amor.
En Iron Man 3 , Tony sabe que aunque ha entregado su "mandato" de superhéroe, los enemigos cosechados desde antaño seguirán buscando venganza contra él y que, hoy, ya retirado, el blanco perfecto son sus afectos.
Como indica, no duerme, y para entretener su insomnio se dedica a perfeccionar la tecnología de la armadura. Así, cuando en la cinta anterior había llegado a la sexta versión del traje, ahora prueba el prototipo número 42.
Y en esas maniobras está cuando prende la televisión y encuentra que un nuevo villano, El Mandarín, amenaza importantes escenarios estadounidenses que, dice, son una imitación hueca de la cultura oriental. Y tras un par de ataques, cuando estalla el Teatro Chino de los Angeles y su guardaespaldas y asistente Happy cae circunstancialmente entre las víctimas, Tony toma el caso como algo personal.
Frente a las cámaras, el magnate desafía al Mandarín a demostrar que es hombre y a enfrentarlo, ya no como una cuestión de Estado, sino cara a cara.
Lo que desconoce Stark y que más tarde irá averiguando, es que detrás de este singular contrincante se esconden fantasmas de su propio pasado de empresario y Don Juan, a quien la soberbia le impide reparar en los demás.
El director de Iron Man y Iron Man 2 , Jon Favreau se mantuvo para esta entrega en el papel de Happy, y su espacio como realizador fue tomado por Shane Black, reconocido guionista de Arma mortal y El último boy scout.
Black mantuvo para la narración el timing de humor que bien sabe aprovechar Robert Downey Jr. en el papel de Stark y que alcanza también al villano, una parodia con giro de tuerca de terroristas reales --y puntualmente señalados--, que asume el británico Ben Kingsley.
Por otro lado, le imprimió un acento más firme a la acción, y le subrayó a Stark la misma naturaleza humana, contradictoria, acertada y fallida, altruista y egoísta, valiente y temerosa, que también destacara Favreau en su función de cineasta: "soy el mecánico", afirma.
La historia queda abierta, aunque luego de las consabidas luchas, remedos y conclusiones se advierte que difícilmente Downey Jr. vuelva a vestir el traje de Iron Man. Así que es esta la oportunidad de disfrutar de su actuación como el superhéroe de acero.