Iron Man 3: The Stark Knight Rises
Lograr que la tercera película de una trilogía supere las expectativas no es para nada fácil, sobre todo cuando Iron Man 2 no fue tan buena como la primera, para luego tener un episodio especial en The Avengers , donde Joss Whedon llevó las películas de superhéroes a un nivel muy superior.
La tercera siempre es un estigma que le da un gusto amargo a los finales (no estoy diciendo que este sea el final de Iron Man, porque lo desconozco), como por ejemplo Spiderman, la saga de Batman en los noventa y, acá viene el vómito de sinceridad, la ultima de Batman de Christopher Nolan que, mientras más se la ve, mayor es la decepción. IM3 puede ser la excepción a esa suerte que corre en las venas de las películas de superhéroes.
Shane Black, creador de las gloriosas películas de Arma Mortal, El Ultimo Boy Scout y El Largo Beso del Adiós, hasta ahora solo había dirigido una joyita del policial negro como lo fue “Kiss Kiss, Bang Bang”, película algo desconocida sino se es seguidor de la carrera de Robert Downey Jr., pero que en definitiva fue el film que ayudo a resurgir al actor luego de sus adicciones (se dice que Jr y Black compartían sustancias por ese entonces y puede que Robert tenga mucho que ver en que Marvel haya confiado en un don nadie para semejante proyecto).
Black no es ningún amateur en cuanto a escenas de acción y eso queda bien plasmado en esta tercera entrega de Iron Man, en donde Tony Stark se ve afectado por “el episodio de New York”, lo que le causa ataques de ansiedad y no lo deja dormir. A sus distracciones, hobbies y problemas amorosos con Pepper Potts (Gwyneth Paltrow), se le suma la preocupación que le genera la aparición del terrorista The Mandarin (Ben Kinsley), que le declara la guerra a Estados Unidos. Ni a Iron Man, ni a ningún otro superhéroe se le deja participar de esta lucha porque para eso está Iron Patriot (Don Cheadle): “This isn’t superhero business. It’s American business”; pero la lucha se convierte personal para Stark cuando su mejor amigo, Happy (Jon Favreau), resulta lastimado por una bomba adjudicada a este terrorista.
Esta guerra personal deja casi sin nada a Tony, convirtiéndolo en una amenaza para sus seres queridos, por lo que, sin otro remedio, se exilia en busca de respuestas y una solución a su lucha interna entre sus miedos, el deber como persona y su deber como héroe. Mientras, algo se cocina en su ausencia, con la aparición de dos viejos conocidos, Aldrich Killian (Guy Pearce) y Maya Hansen (Rebecca Hall), quienes tienen una conexión con el antiguo Tony y sus errores, quienes definieron el carácter de estos nuevos personajes.
Iron Man 3 es una historia que le pertenece más a Tony Stark que a Iron Man, con una denotación introspectiva del personaje que puede llegar a marcar el rumbo de lo que se viene para la Fase 2 de Marvel. Los guionistas, Black y Drew Pierce, deciden realizar una película más física que las anteriores, tanto para Tony como para Pepper Potts, pero sin descuidar la interactividad que el protagonista tiene con sus creaciones, siendo uno de los atractivos de la película. Entre ellos, también está el despliegue que hay en cada escena de acción, desde la primera hasta la última, aunque a veces Black tome por ingenuo al espectador, y quiera tapar sus falencias con gags y otras artimañas.
Las vueltas de tuerca en la historia a veces funcionan. Un claro ejemplo es la puesta en escena de The Mandarin, lo que implica un riesgo, porque no estoy segura de que a los fans del cómic les guste la idea (el personaje es el GRAN enemigo de Iron Man y en el film se le resta valor), pero en el cine es válida, sobre todo teniendo en cuenta la memorable personificación de Kinsley.
En los diálogos, como en lo visual, hay mucho Bang Bang; obviamente no se puede desperdiciar la personificación que le da Robert Downey Jr a Iron Man (en el cómic, quien tiene una personalidad afilada es Hawkeye). Stark, ni en su peor momento puede dejar de ser el insensible “genio, billonario, playboy, filántropo”, que siempre tiene un manojo de respuestas automáticas, irónicas e hirientes al alcance de su boca y que, por supuesto, son un deleite para el espectador.
Es cuestionable desde el guión, como se opacan algunos personajes en el transcurso, y la razón por la que se mueven los villanos, pero sin ahondar mucho, funciona bastante bien y es suficiente para decir que Shane Black aprobó la prueba más difícil y no tiene nada que envidiarle a The Avengers o The Dark Knight Rises.