Manteniéndose vivo
Downey Jr. pasa más tiempo fuera del traje de hierro, y así puede lucirse mucho más. Ahora pelea contra un terrorista y un científico loco.
Sin perder el eje de la aventura, la saga de Iron Man es, seguro, las más divertida o, mejor, la más virada hacia la comedia de las producciones de Marvel.
Sin descuidar el aspecto, la forma del cómic -aunque con el héroe de hierro hasta pueda hablarse de estilo cartoonish , de dibujo animado-, Iron Man 3 renueva al personaje con los mismos elementos que lo hicieron exitoso. El empresario y millonario Tony Stark, en la piel de Robert Downey Jr., se ríe de sí mismo, es megalómano, egocéntrico y tan simpático y entrador como decidido a combatir a los malos de turno. Aquí, un genio de la biogenética (Guy Pearce, como siempre, mejor haciendo de malo) y El mandarín, un terrorista a lo Bin Laden (Ben Kingsley, como siempre, mejor haciendo papeles de dos caras).
La película arranca en 1999, en la noche de Año nuevo en Berna, Suiza, donde Stark seduce a Maya (Rebecca Hall, la de Vicky Cristina Barcelona, en su primer filme de gran producción) y deja pagando a un científico nerd y cojo (Pearce) que quiere ofrecerle algo. Ya en el presente, el nerd se ha convertido en un galán, que visita las Industrias Stark y tampoco logra convencer a Pepper Potts (Gwyneth Paltrow) de su plan genético.
Lo que sigue será mejor disfrutarlo en el cine, con o sin anteojitos de 3D, ya que los ataques terroristas harán que Stark deba recurrir a quien y lo que sea para conseguir su traje, contará con la ayuda de un niño (Ty Simpkins), habrá voladuras de mansiones, escenas con varios Iron Manes y un final a lo James Bond de los años ’70, cuando Roger Moore interpretaba al 007.
Pero lo básico en el triunfo de Iron Man 3 es la presencia de Downey Jr. El actor que supo ser Chaplin se la pasa mucho más tiempo fuera del traje de hierro, lo que le da más oportunidades para su lucimiento que cuando el enlatado pelea. Hay lugar para la autoparodia, los ataques de ansiedad que sufre y sus pesadillas recurrentes, y algunas frases con chispa (cuando le refriegan en la cara que apela a un truco barato y una frase cursi, responde que eso sería una acabada autobiografía) sirven para su lucimiento.
Con cambio de mando detrás de cámaras, ahora dirige Shane Black, guionista de Arma mortal y también corresponsable del libreto de esta nueva aventura, en la que Jon Favreau -realizador de la Iron Man original y la 2- volvió a reservarse, además del papel de productor ejecutivo, el del jefe de seguridad de Tony, en uno de los papeles más cómicos del filme, El otro... es una sorpresa par descubrir.
Lo mismo que la ya acostumbrada escenita luego de los largos créditos del final. Después de ver que las compañías de James Cameron y Peter Jackson -entre otras- hicieron los sorprendentes efectos visuales, llega la yapa que adelanta un filme por llegar. Claro, está contado con el mismo humor contagioso que Iron Man 3.