(Anexo de crítica)
Mucho tiempo ha pasado desde que en 1969 Stan Lee introdujera en el comic book “Historias de suspenso” (número 39) al dandy excéntrico Tony Stark, alter ego de Iron Man. También ha pasado tiempo desde que Jon Fraveau dirigiera la segunda entrega de la saga del metálico héroe (3 años). Pero lo que no ha pasado es las ganas de ver una vez más a Tony y dilucidar si finalmente la armadura perfecta llega a su vida y con ella el descanso y la normalidad.
En esta nueva entrega (en 3D para no ir a contracorriente) , que ya no dirige Fraveau sino Shane Black (con una larga historia como guionista –la primera y segunda entrega de Arma Mortal y El último Boy Scout, por mencionar algunos títulos), la cinta encuentra a Tony Stark reflexionando sobre algunos sucesos acontecidos recientemente.
Año 1999, como dicen los españoles “noche vieja” (fin de año), en medio de una fiesta en la que está muy bien acompañado (por una decodificadora de ADN), es abordado por un freak que quiere presentarle un proyecto. Se olvida del mismo y volvemos al presente, un presente en el que los Estados Unidos es amenazado por un extremista conocido como “El Mandarín”.
Mientras intenta detener a este líder oscuro (una vez más la otredad viene desde Oriente) debe luchar, cuando no en un héroe de Marvel, contra sus miedos más profundos, que se traducen en “ataques de pánico y ansiedad”. Con la colaboración de un niño podrá recuperarse luego que lo dieran por muerto y desandar el camino hacia poder controlar los destinos de su país en manos del terrorista.
Por ahí está Don Cheadle interpretando a “Máquina de guerra”, la hermosa Gwyneth Paltrow (Pepper Potts) y Jon Fraveau haciendo de seguridad personal ahora de Pepper. Pero también está la cultura popular, presente en cada meta referencia que se hace a lo largo de los 128 minutos del filme (“Dowton Abbey”, “Joan Rivers”, por citar sólo dos ejemplos). Reflexiones irónicas pero reales sobre la construcción y creación del otro como enemigo máximo (“lo mejor que puede pasarte es el anonimato, le das a la gente un objetivo y ya está” dice el freak abandonado por Stark en fin de año) y también sobre la personalidad característica de nuestra época y sobre ciertas patologías producto del análisis psicológico (terminologías específicas).
El 3D es aprovechado en las escenas de acción y en aquellas secuencias introducidas especialmente, como cuando nieva. El resto de la película está registrado de manera tradicional, sin ningún artificio especial, por lo que tranquilamente se podría prescindir del efecto. Iron Man 3 es la historia de un hombre, un megalómano que sigue buscando algo que aún no sabe qué es pero que sabe que en la perseverancia y el trabajo en equipo todo puede solucionarse. De antología las escenas que muestran la intimidad entre Pepper y Tony (conejo gigante de regalo, para mencionar sólo una).
La secuencia de títulos finales que emula una presentación de serie de TV de los años setenta es increíble. Gran relato épico sobre la superficialidad, el heroísmo y la humanidad.