“Hey, tus libros son buenos… pero ¿por qué el final de todas tus historias apesta?”.
En It: Capítulo Dos la versión adulta de Bill Denbrough – encarnada por James McAvoy – es un escritor de best sellers que intenta hacerse paso en el mundo del cine y ahora se encuentra adaptando una de sus novelas a la pantalla grande. Pero viene retrasado con el libreto y tanto el director (cameo de Peter Bogdanovich) como los actores – incluyendo la actriz principal, que figura ser la esposa del personaje de McAvoy – lo bardean mal… con la demora y con lo ridículos que son sus finales. Es como si al libretista Gary Dauberman se le hubiera chispoteado el inconsciente, expresando entre líneas su opinión personal del libreto que estaba armando. “Hey, Dauberman; tus adaptaciones son buenas… pero ¿por qué el final de la saga It apesta?”.
Yo te puedo dar una docena de razones por las cuales el filme falla: la mitad de ellas las sé de antemano porque el problema reside en factores externos – la distancia de dos años entre un filme y la secuela; el reemplazo de los personajes por sus versiones adultas, encarnadas por otros actores y que no poseen la misma química envidiable de los pibes de la original; el final, que también fallaba en la novela de Stephen King; el problema de crear monstruos de la nada, para lo cual hay que inventar reglas para destruirlo… y las cuales pueden ser espantosamente ridículas o traídas de los pelos (¿ven?; eso no pasa con las estacas y el agua bendita contra los vampiros o las balas de plata contra los hombres lobos, ocurrencias arbitrarias de los autores de su época pero, como están tan arraigadas en la cultura popular, ya nadie las cuestiona; en cambio objetos de la niñez devenidos tótems de poder, superficiales rituales indios e insultos (!!!) como la forma adecuada de lidiar con un demonio ancestral que viene de otra dimensión… oh, Dios…) -, y la otra mitad son problemas nuevos, de los cuales son responsables íntegramente Andy Muschietti & cia. Si la primera parte de It fue formidable, una gran película de terror y una de las mejores adaptaciones de la vasta obra literaria de Stephen King, It: Capítulo Dos se desbarranca tan mal que debe figurar entre las peores. Sí, hay momentos logrados, pero todo es una gran cosa estirada salpicada de malas actuaciones, horrendos monstruos digitales (por lo pésimo de su factura, que anula todo el shock de las escenas donde aparecen), rebuscadas cacerías del tesoro que sólo sirven para estirar la trama, un puñado de chistes desubicados en el clímax, un estúpido Deus Ex Machina que sirve para derrotar el monstruo… y una fuerte sensación de que la honestidad y la valentía de los protagonistas del primer filme se fue por el drenaje (y no flotó… no flotó!). Todo parece forzado, los problemas de estos personajes devenidos adultos no sirven para tridimensionarlos – la pelea de la Chastain con su esposo abusivo pasa de una situación de tensión a una refriega tipo Los Angeles de Charlie; ¡las mujeres golpeadas en la vida real no se convierten en ninjas en dos segundos! -, y hasta el dilema fundamental que deben lidiar – irse y seguir vivos, o cumplir con el juramento que hicieron cuando eran chicos y salir a enfrentar al monstruo con las manos desnudas con el obvio riesgo de sufrir una muerte espantosa en el camino – parece artificial y afectado.
Por supuesto hay cosas buenas: un par de buenos shocks – la nena en el estadio; Jessica Chastain visitando la casa de su padre y topándose con una viejita decrépita – pero en unos cuantos casos la efectividad se va al garete por la aparición de unos monstruos hechos con CGI que son mas ridículos que amenazadores (que es lo que ocurre en la escena de Chastain y la viejita). Digo: Pennywise es estremecedor cuando aparece, pero acá el libreto le ha dado otras formas – de anciana zombie, de farmacéutico zombie con tres ojos, de cabeza zombie con patas (obvia influencia de El Enigma de Otro Mundo by John Carpenter y que es moderadamente efectiva) – que no asustan en absoluto y se ven patéticas. Y toda la historia es un largo y estirado diletante donde esta gente da vueltas, vueltas y vueltas, y le pasan cosas raras, raras y raras, excusas que estiran el filme a unas eternas 2 horas 40 minutos. Es como su Muschietti & co se hubieran creído su propia prensa, y decidieron dar mas de lo que el relato daba porque mas es mejor... cosa que no ocurre. Por el contrario, te da la impresión que la dirección es indulgente y añade cosas solo para mostrar su técnica cuando en realidad se podían haber podado shocks innecesarios, suprimir la trama del matón adolescente encerrado en el manicomio y que Pennywise libera (¿en serio? ¿cuál es la utilidad en toda la historia?; y si estaba en el libro de King, ¿por qué no cortarlo? ¿acaso es la Biblia?), y armar una trama con mas músculos y menos grasa, centrada mas en el drama antes que en el shock y dosificar éstos para que fueran menos pero altamente efectivos… en vez de ser una galería interminable de intentos fallidos que no van a ninguna parte (como… ¿qué pasó con el pibe de la galería de espejos del parque de atracciones y que McAvoy iba a rescatar?).
Las perfomances van en piloto automático simplemente porque acá hay buenos actores con papeles mal escritos. El peor ofensor de los sentidos es James Ransone, que está en modo gracioso / aterrado / sobreactuado al 110% todo el tiempo, y es una caricatura que desentona mal con lo delicado que es el proceso y con el drama que enfrentan todos. Y mientras que McAvoy y Chastain están ok, el que roba una escena tras otra es Bill Hader. Hader ya había mostrado su rango en varias películas indie – y sobre todo en su serie Barry, donde el tipo pasa de la brutalidad al drama y luego al humor con una facilidad pasmosa -, y acá hace chistes, saca conclusiones obvias (que son las que piensa el público en ese momento), tiene momentos de tremendo heroísmo y de enorme cobardía y, cuando se deshace, es tremendamente conmovedor. No me extrañaría verlo, en un futuro no muy lejano, con una nominación al Oscar bajo el brazo.
It: Capítulo Dos es muy muy dispar. Ni el cameo de Stephen King tomando un mate con el logo del Club Independiente de Avellaneda la salvan de la quema. Completa el círculo, pero la diferencia entre los capítulos es enorme. La primera era un sentido relato de juventud, la segunda es una cosa artificial carente de drama sincero. Nadie es capaz de explicar como este bicho todopoderoso no los mata cuando quiere, ya que oportunidades le sobran. “El viaje es mas importante que el destino” = bullshit. Una mala conclusión pueden arruinar un comienzo épico y es lo que ocurre aquí, en donde la suma de talentos involucrados no logra ni por asomo obtener la misma efectividad que un puñado de actores infantiles frescos… y de un director al cual no se le habían subido los humos a la cabeza.