El horror, segunda parte
La adaptación de It, de Stephen King, concluye con sus personajes ya adultos, enfrentando miedos más reales, en un film que no evita los excesos.
¿Es It: Capítulo 2 la película argentina más cara de la historia del cine? Sí y no. En términos concretos, no lo es para nada. Se trata de una enorme producción de New Line/Warner Bros. que tiene todas las intenciones de convertirse en el film de terror más taquillero de la historia y poco tiene de “local” en su trama, salvo que uno cuente un termo, un mate, los colores de un equipo de fútbol y algún que otro guiño para entendidos. Pero, a la vez, su director y su principal productora (Andy y Bárbara Muschietti) son argentinos. Y si eso cuenta para la estadística, que así sea. Más allá de la broma, It: Capítulo 2 es realmente una película gigante: de tamaño, de presupuesto, de ambición. Con casi tres horas de duración (algo rarísimo para un film de terror), la secuela de la exitosa It opta por el concepto clásico que se asocia a las segundas partes: más grande que la anterior y un poco diferente pero no tanto. ¿Sale airoso Muschietti del problema de continuar una exitosa película? Sí, sale. Convengamos que tampoco la original es El padrino ni El exorcista, por lo cual el problema de estar a la altura de la original no era algo imposible.
It, de 2017, es una sólida película de terror aunque no particularmente terrorífica. Funcionó muy bien gracias a un excelente villano y a una extraordinaria campaña de marketing, pero no estamos hablando de un clásico del cine sino de una medianamente efectiva película de género. Se puede decir que la apuesta de It: Capítulo 2 –que se centra en la misma novela de Stephen King y, como en el libro, continúa 27 años después de la original cuando el temido Pennywise reaparece en Derry, Maine–, es la de una suerte de “Marvelización” del cine de terror. Tenemos, por un lado, a un grupo de siete personas (niños en la original, adultos en la secuela), conocido como “El club de los perdedores”, que bien podrían ser los “Avengers” de esta nueva franquicia. En tanto, Pennywise, el payaso asesino, podría equipararse aquí a cualquier malvado del universo de los superhéroes, con sus difusos poderes y sus deseos de matar por matar. Por otro lado, las escenas más fuertes de la secuela están más cerca de las del cine de acción que de terror propiamente dicho. Y si a eso se le suma que New Line ya está pensando en seguir exprimiendo esta franquicia vaya a saber hacia dónde, casi no caben dudas de que estamos ante un universo cinematográfico que seguirá por mucho tiempo. Lo que no consiguió Universal al tratar de hacer lo mismo con sus monstruos clásicos (el fracaso de La momia con Tom Cruise aniquiló por el momento los proyectos de traer de regreso a El Hombre Invisible, Frankenstein y Dr. Jekyll) acaso lo consiga It con el Stephen King-Universe.
Lo más interesante que tiene It: Capítulo 2 está relacionado con los diversos subtextos que rodean a la trama: la idea de que Pennywise, de algún modo, es un monstruo que no solo representa los miedos de los protagonistas sino que es una manifestación física de un malestar contemporáneo. Si tomamos en cuenta que el film (y la segunda parte de la novela) comienza con la brutal agresión a una pareja gay, hay un marido golpeador y el “bully” de los ‘80 sigue circulando, tranquilamente se puede pensar a “El mal” de esta película como una metáfora de la situación actual en los Estados Unidos. Interpretación que el propio King, muy anti-Donald Trump, aceptaría con gusto. Por otro lado, es interesante la idea de que los personajes de 40 años –que se ven obligados a regresar a su pueblo natal ante la reaparición del payaso en cuestión– hayan bloqueado por completo las experiencias traumáticas de su adolescencia. Hoy la mayoría de ellos son personas exitosas y en apariencia funcionales, pero apenas reciben el llamado de Mike Hanlon –el único de ellos que se quedó a vivir en Derry, obsesionado por la criatura y sus misterios– es como si adentro suyo se destapara un recuerdo primal, negado al punto del olvido absoluto.
La primera mitad de la película es muy buena. Es la que menos apuesta a los golpes de efecto y más por la construcción de los personajes. James McAvoy es el adulto Bill, el líder del Club en cuestión, hoy convertido en guionista cinematográfico. Beverly (Jessica Chastain) es ahora una mujer golpeada que abandona a su marido, después de una violenta pelea, para reunirse con el grupo, mientras que Ben (Jay Ryan) ya no es un tímido niño obeso sino un millonario y elegante empresario. Y Richie (Bill Hader) es un exitoso comediante de stand up igual de ácido que en los '80. El grupo lo completan el citado Mike (Isaiah Mustafa), que nunca abandonó el pueblo; el hipocondríaco Eddie (James Ransone) y Stanley (Andy Bean), el más atormentado por la idea de tener que volver a Derry a enfrentar a Pennywise. Cuando la mayoría de ellos se reúne en Maine –en una bizarra cena en un restaurante chino– se nota claramente la química que tienen, y de a poco se reconstruye el grupo con caras nuevas y traumas antiguos. Hasta que Pennywise da señales de vida, a su manera, y comienza el caos.
Como todo el mundo teme a los spoilers, solo diremos que de ahí en adelante hay una larga cadena de enfrentamientos tanto grupales como individuales, bien con Pennywise como con los otros personajes (o manifestaciones suyas); que los niños de la primera película reaparecen como parte de esas peleas –las que parecen existir, a la vez, en el mundo real y en el subconsciente de cada protagonista– y que hay varios cameos de personas muy reconocibles. En un momento todo se vuelve demasiado grande en It: Capítulo 2: el tamaño de la criatura, la espectacularidad de las batallas, la cantidad de efectos especiales. Hay algo un tanto repetitivo y mecánico en la acumulación de hechos, especialmente porque siempre es un tanto confuso saber bien cuáles son los poderes reales de Pennywise y qué cosas suceden en la realidad y cuáles no, pero Muschietti logra evitar la monotonía gracias a una buena dosis de humor (aportada más que nada por el notable trabajo de Hader) y a un trabajo de efectos especiales caracterizado también por la extrañeza de sus creaciones, una más bizarra y repulsiva que la otra.
It: Capítulo 2 funciona bastante bien para una película de más de 160 minutos que podría haber durado media hora menos. Tiene subtramas innecesarias (ya verán cuáles) y un exceso de efectismo especialmente en el trabajo sonoro, que entiende que solo bombardeando al espectador desde ese lugar se lo puede mantener atento. La película es mejor cuando los miedos se manifiestan de formas más sutiles y a escala humana (especialmente en las escenas individuales, en las que, como en la primera parte, cada personaje resuelve sus asuntos personales/familiares con Pennywise y sus manifestaciones) que cuando pone a estos Avengers del cine de terror a luchar, utilizando técnicas de libro de autoayuda, contra un villano que se ha convertido en una especie de Thanos con cara de payaso. Es posible que el cine de terror convertido en franquicia a la Marvel apueste más y más por ese costado grandioso y de alto impacto. Para mí, It: Capítulo 2 funciona mejor, como cualquier película de horror, cuando opera desde miedos humanos, cotidianos y reconocibles. Cuando permite que el espectador se conecte con aquellos horrores que necesitó olvidar para poder ser un adulto más o menos funcional.