Mi ex amigo, colega y compañero de proyecciones lo hizo otra vez, pero en esta oportunidad le agrega otro elemento a su crueldad.
Con la firme intención de que quien escribe estas líneas, sea quien tenga que hacerse cargo de estructurar una crítica sobre este muy pobre filme, huyo. Literalmente se tomó un avión y desapareció a través del océano Atlántico.
Pero hagamos un poco de historia, el susodicho elogio sin límites a la anterior, entre otras cosas diciendo que le parecía genial el desdoblamiento en dos espacios temporales diferentes. Por lo cual todo transcurría allá por los ’80.
Ante esa afirmación, refrende el fin último de todo producto hollywoodense, la recaudación.
La segunda es que esa idea, de que sólo suceda en un mismo tiempo. podrían saberlo quienes hayan leído el texto original. En el producto audiovisual presentado en su momento nada daba lugar a otra situación.
Sin entrar en detalle que, más allá de las buenas actuaciones, la química entre los actores y algún que otro aspecto estético, la primera no me pareció nada extraordinario.
Pues bien, este segundo capítulo termina, en algunos aspectos, por darme la razón, el recurso de analepsis usado de manera frecuente al extremo, y para sólo explicar lo inexplicable e incoherente de la actualidad, termina por aburrir.
La historia nos ubica en la actualidad, han pasado casi 30 años desde que el "Club de los perdedores", formado por Bill, Berverly, Richie, Ben, Eddie, Mike y Stanley, se enfrentaran al macabro y despiadado payaso Pennywise (Bill Skarsgård).
Todos, salvo uno de ellos, en cuanto tuvieron oportunidad abandonaron el pueblo.
Sin embargo, ahora, siendo adultos, el pasado les retorna como una bomba, la promesa de “Dartagnan y los Tres Mosqueteros”, debe ser cumplida, (digo, todos para uno y uno para todos, no otra)
La idea clara del retorno del responsable de sus miedos originales parece ser real, deberán enfrentarse de nuevo al temible payaso para descubrir si de verdad están preparados para superar sus traumas de la infancia.
En cuanto a la generación del terror está ausente en la totalidad del metraje, ya que la previsibilidad se hace presente cuadro por cuadro. Si a eso se le agrega los diálogos explicativos, el tedio está asegurado.
Del mismo modo que en su antecesora, lo mejor, o lo bueno, se encuentra en el departamento de arte, la escenografía, el vestuario, la dirección de fotografía, son muy buenos realmente, pero quedan a contramano de la necesidad imperiosa del director de mostrar que sabe de planos y tomas, no se olvidó de ninguna posición de cámara, ni de utilizar los recursos técnicos a su alcance, que son muchos. Tampoco el sonido es de buen diseño, sólo está puesto para ensordecer o producir exabruptos.
En otro orden de variables, el desperdicio de talento actoral es increíble, y no es que las actuaciones sean malas, lo contrario, sólo que la desconexión entre los personajes en la actualidad y el desfasaje de cada uno con quien fue en la infancia es notorio. Hablo como principales a Jessica Chastain (“El árbol de la vida,” 2011), James McAvoy (“El último rey de Escocia”, 2006), hasta un cameo del mismísimo Stephen King.
La excesiva duración de éste segundo capítulo tampoco ayuda a que pueda ser digerida.
Es real que la última secuencia del filme parece un retorno a lo que pudo haber sido, respetando y homologando lo emotivo que tenía la primera, pero no alcanza, salvo que sea la puerta de entrada a una tercera entrega, por favor no, ya fue demasiado.
Para finalizar, hay otro orden de lo increíble, ya que quien es el responsable primero y último de esta producción es un argentino, que dio muestras de su compenetración con el género, pero parece que nunca vio actuar ni escucho el discurso de algún político argentino, esos sí que producen miedo de verdad.