La película carece de humor y tiene en sí una tristeza que no hace más que crecer hacia el final.
La extensa novela de Stephen King siempre fue difícil de abarcar. Por eso dos películas, y por eso, aunque volaron subtramas y personajes, esta segunda (que narra qué pasa con los “perdedores” niños del primer film en la adultez y en su encuentro final con el monstruo Pennywise) dura casi tres horas.
Por eso y por otra razón: a Muschietti le interesan mucho más los personajes que el terror, aunque sin dudas tiene talento para producir escalofríos. Entonces los sigue, los escucha, los retrata, los hace vivir y, sobre todo, sufrir. Porque “It” –como un todo– es más sobre el dolor, la pérdida y lo que aúna ambas cosas (el paso del tiempo) que sobre la lucha contra el Mal personificado.
Así, incluso si uno de los personajes es un cumplido standapero (extraordinario trabajo de Bill Hader), la película carece de humor y tiene en sí una tristeza que no hace más que crecer hacia el final. Por cierto, hay más de una modificación respecto del original pero, y esto es un acierto, son correcciones en el sentido correcto de darle un peso propio al film sin traicionar el espíritu del original, aunque en más de un sentido la duración pesa.
De algún modo también la novela adolece de tal problema, y quizás eso aúna a cineasta y escritor: el dolor de alejarse definitivamente de un mundo y de sus criaturas.