Andy Muschietti asume riesgos narrativos y estéticos en la segunda entrega de la transposición de Stephen King.
Adiós romanticismo, nostalgia ochentosa y reminiscencias a cualquier tipo de serie juvenil. En la segunda entrega de It, más allá del eterno Pennywise, las motivaciones son otras. Es que los miembros del Club de los Perdedores crecieron, y a pesar de ese trauma de la niñez que flota en el inconsciente como una pesadilla, lo cierto es que tienen problemas de adultos.
Veintisiete años después, los “perdedores” se encuentran dispersos en distintas ciudades de Estados Unidos. El único que permaneció en Derry es Mike (Isaiah Mustafa), quién vive en la biblioteca del pueblo, y es el único al que no se le han borrado los recuerdos. Por el contrario, ha dedicado su vida a indagar de donde proviene Eso que crece y se alimenta del miedo. Cuando Mike advierte que comienzan a sucederse asesinatos horrorosos e inexplicables (a destacar la secuencia introductoria de la cinta protagonizada por Xavier Dolan), comenzará a contactar al grupo.
Ese pacto de sangre de la adolescencia sin dudas toma vigencia. Ben (Jay Ryan) ahora luce atlético e irreconocible, muy lejos de aquel gordito que padecía bullyng en la escuela; Bill (James McAvoy), es un exitoso escritor de novelas de ficción; Richie (Bill Hader) sigue tan bromista como siempre, de hecho se gana la vida haciendo stand up; también están Eddie (James Ransone) y Stanley (Andy Bean); y por supuesto nuestra única y valiente mujer, Beverly (Jessica Chastain), quien como en su adolescencia sigue padeciendo abusos y violencia, pero ahora por parte de su pareja.
Todos regresan con sus traumas a cuestas, para enfrentar de una vez por todas al malvado Pennywise. It: Capítulo 2, como indicamos al principio de la nota, toma otro vuelo. Desde que el grupo entra en esa dinámica que gira alrededor de la maldad de Eso, todo se vuelve lisérgico. Viven dentro de una pesadilla, en donde la fantasía se confunde con la realidad y se materializan los peores recuerdos.
Y Muschietti se atreve a jugar con las distintas entidades que adopta este simil payaso, y darle forma a los malos sueños, intercalando en el tour de forcé del grupete animaciones de tintes surrealistas que hacen recordar a las del genio checo Jan Švankmajer. Esas que oscilan entre el stop motion y figuras elásticas y deformadas. Claro que también el cgi hace de lo suyo, sobre todo en el tramo final de la cinta.
Si, es cierto que se extiende en su duración, pero funciona como preludio para mostrarnos y empatizar con la nueva realidad de esos adolescentes que ahora son mayores. Más terrorífica, oscura, brutal, Pennywise no tiene concesiones a la hora de asesinar. ¿Qué más decirte? … toma un globo rojo y prepárate a flotar.