La segunda parte de la adaptación del clásico de terror de Stephen King, It (1986) llega a dos años de que la primera se convirtiera en un éxito fenomenal. Y con su director, el argentino Andy Muschietti, pisando definitivamente fuerte en Hollywood. Como muestra de la confianza de esa industria, basta esta secuela, de presupuesto generoso y con estrellas de primera línea en los roles adultos de los que en la primera parte fueron niños. Han pasado 27 años, pero uno de los losers, ante las primeras señales de que el mal con forma de payaso puede estar de regreso, convoca a sus viejos amigos a volver a Derry. El que llama es el único que sigue viviendo en el pueblo porque, claro, quién querría quedarse ahí después del horror que empezó con la desaparición del pequeño Georgie en las alcantarillas. Volver es difícil, pero hay un juramento que cumplir. Y casi todos los ahora adultos (cada uno cargando con sus traumas y sus curiosas formas de controlarlos) se reencuentra con su pasado y un objetivo: acabar con el monstruo.
Sin el ángel de su elenco juvenil y sin el horror iniciático, Muschietti arma una estructura episódica, coral, para su film de adultos. Aunque los flashbacks están a la orden del día y, en gran medida, inciden en las injustificables casi tres horas de duración de la película. Con el repaso por turnos de la historia de cada uno, la interacción entre los personajes queda abierta a un juego en el que se replican modos infantiles, deseos y sentimientos que no fueron olvidados. Entre todo eso, la acción -los sustos- se dosifican a ritmo parejo, pero tanta prolijidad termina por percibirse como una especie de rutina, que desgasta la historia ya conocida. Como si toda la magia del terror, y la diversión, se confirmaran pertenecientes a la infancia, que no volverá por mucho que se la invoque, una y otra vez, desde la imagen o la palabra. Que Muschietti tiene buenas ideas y capacidad para llevarlas a cabo, ya se sabía y aquí está claro. Si bien las mejores secuencias de la película, las pocas realmente perturbadoras, son las que se habían anticipado. Su elenco acompaña bien, especialmente el encargado del humor, el siempre fantástico Bill Hader. Y hay algunos guiños y visitas para celebrar. Pero la sensación es que It2, que no es una mala película y está hecha con evidente cariño, tiene menos para ofrecer.