Esta nueva versión de “It” reformula el eterno recurso de la transposición literaria. Hoy en día concebido como un fenómeno masivo, el pasaje más común en los inicios del cine fue desde el teatro o la literatura. Actualmente hay ejemplos del cine a la televisión y viceversa, así como de éxitos masivos cinematográficos que se propagan a la novela como fenómenos propios del posmodernismo, sin olvidar transposiciones desde el género musical al cine o de la literatura hacia el teatro. Es por este motivo que la corriente estilística posmoderna ha permitido en el último tiempo múltiples transposiciones, y que su traslado a un medio adaptado sea objeto de más de una versión.
El análisis de este fenómeno de época nos limita al ámbito literario, para lo cual es necesario conocer temas, géneros y núcleos narrativos que generan interés continuo en una sociedad y su cultura, bajo coordenadas históricas y geográficas determinadas. Desde el estudio crítico también se establecen relaciones entre cine y literatura. El hecho de que el film y su dimensión temporal incorporen la sensación de narración, nos hace acercar a lo literario para establecer una valoración sobre el contenido. Y aquí es donde nos encontramos con la inmensa figura del novelista Stephen King, cuyas obras han proliferado en el formato audiovisual de modo incesante.
¿Cuánto debe el cine a Stephen King? ¿Cuánto debe Stephen King al cine? El cine le adeuda incontables cantidades de historias que han sido adaptadas y aprovechadas por el género de terror y el suspenso psicológico, nutriéndose de estas a lo largo de los años. No obstante, el mismo King, uno de los más grandes autores contemporáneos, reconocido y valorado mucho antes de que sus obras llegaran a la gran pantalla, agradece al cine, sin dudas, parte de su trascendencia y perdurabilidad. “El Resplandor” (1980), “Christine” (1983), “Cuenta Conmigo” (1986), “Misery” (1990), “Sueños de Libertad” (1994), “Milagros Inesperados” (1999) y “La Niebla” (2009) fueron grandes películas y ejemplos válidos para corroborar esta tendencia de saber aprovechar el rico material literario de King, en manos de directores como Rob Reiner, Frank Darabont y John Carpenter.
Tampoco fue extraño el suceso que despertara la “It” original, dirigida por Tommy Lee Wallace, en 1990. El suceso de esta novela de King también alcanzó el formato de las miniseries, siendo adaptada por la cadena ABC. La novela nos contaba de la desaparición de una serie de niños de la ficticia ciudad de Derry (Maine, mismo estado donde nació el autor), producto del malvado accionar del payaso Pennywise, temible responsable de actos de violencia y asesinatos por doquier.
Andy Muschietti se fascinó con esta cabal novela de Stephen King durante su adolescencia, germen iniciático de su pasión cinéfila. Posteriormente, este joven experto en el género del terror estudió en la Universidad del Cine y participó del icónico “Historias breves” propulsado por el INCAA, allí cuando el NCA daba sus primeros y revitalizadores pasos. Años después se radicó en Madrid, cumpliendo labores de publicidad. Radicándose en Estados Unidos gracias a la obtención de un concurso, llamó la atención de Guillermo del Toro, quien suele producir a nóveles talentos del cine de habla hispana. Ya instalado en Hollyoowd, sorprendió a la crítica cinematográfica con “Mamá” (2017), espeluznante cinta protagonizada por Jessica Chastain, premiada actriz con la que vuelve a colaborar en este proyecto.
El argentino, encargado de llevar a la cabo la remake de esta icónica historia del género dos años atrás, retoma la macabra historia de estos niños ya adultos (otrora miembros del ‘Club de Perdedores’), quienes luego de haber abandonado sus raíces nativas producto del profundo trauma sufrido se ven imposibilitados de escapar a los tormentos y traumas de su pasado. Como es de esperarse, la respuesta la encontrarán enfrentando sus propios miedos.
Junto a la productora Barbara Muschietti, la dupla de hermanos lleva a cabo una monumental secuela de la historia: el ensamblaje original duraba 4 horas y, debido a presiones del estudio para recortar escenas, la gesta acabó en la suma de -igualmente- excesivos 169 minutos que despliegan el microcosmos conceptual y estético que reviste a la idea original de King, bajo una red de subtramas que se bifurcará con mayor y menor acierto dentro del desaforado y vehemente universo ideado por el argentino. Allí aparece el inquietante escenario de la feria de atracciones (tan afín a la cultura americana y que nos remite a recientes títulos del género de terror como “Nosotros” de Jordan Peele) como escenario para generar terror y como disparador de la maldad que habita en Pennywise.
Inteligentemente, el motor disparador del film girará en torno al mencionado fun house como entorno perfecto, guarida y lugar pesadillesco para sus frágiles víctimas. Resulta interesante la apuesta de Muschietti, y de elogiar su ambición narrativa (hasta la desmesura) más allá de los resultados en sí. En tiempos donde el metraje pierde peso específico, en detrimento de vacuos efectos especiales, la apuesta resulta singular.