Todos flotan pero sin mucho vuelo.
La mente olvida pero las cicatrices recuerdan. 27 años después de los eventos de la primera parte, el grupo de amigos conocidos como “Los perdedores”, debe recordar la promesa hecha y regresar al pueblo de Derry para terminar de una vez por todas con el maléfico ser conocido como Pennywise (Bill Skarsgård).
Quien regresa también detrás de cámara (y también delante por un breve momento) es el director Andrés Muschietti en la difícil labor de darle forma a la conclusión. Y si bien su dirección se destaca en cómo les da vida a los personajes y los pone en conjunto dentro de la construcción de mundo, es en lo narrativo donde esta segunda parte encuentra problemas similares a los que sufría en la primera, pero en mayor cantidad. El ahora adulto Bill Denbrough (James McAvoy) es un escritor de novelas de terror con la dificultad de no poder darle buenos finales a sus historias. Paradójicamente, ese pareciera ser el problema para Muschietti en IT: Capítulo 2.
Gran parte del encanto y corazón de la primera parte y de la novela de Stephen King, se debe al grupo principal de niños, a la manera en que es captada la amistad de los personajes y el reflejo de una etapa que supone el fin de la niñez y todos los miedos que el crecer conlleva. Si bien este factor la novela de King jamás lo pierde, ya que el autor alterna las líneas del tiempo narrativo para variar entre las vivencias de los personajes tanto en su infancia como en la adultez, es algo que sufre la secuela al centrarse prácticamente en el tiempo presente de los protagonistas, personajes que luego de 27 años y alejados del pueblo en el que crecieron, olvidaron por completo tanto lo bueno como lo malo que vivieron juntos. Todos menos Mike (Isaiah Mustafa), el único en quedarse en Derry y el encargado de reunir a todos una vez que Pennywise vuelve a atacar.
Los condimentos del relato original se hallan presentes, con algunos cambios que varían entre los que favorecen a la historia y los que no, pero es la falta de naturalidad en la manera en que se escogen narrarlos lo que hace que en su desarrollo los eventos pierdan fuerza y encanto. A su vez, esto se aplica a la química entre el elenco adulto, donde si bien está justificada la ausencia de carisma entre sí y en una amistad a flor de piel al tratarse de gente más grande, ni siquiera cuando el relato recupera la vieja camaradería logra trasladarse a las interpretaciones. Esto sucede con gran parte de los personajes, a excepción Richie (Bill Hader), ya que tanto su versión del pasado (interpretada por Finn Wolfhard) como la del presente son la mejor construcción de personaje con la que cuenta el film y su director, consciente de ello, le saca el mayor provecho posible.
En la relación entre Bill y Beverly (Jessica Chastain) el film también goza de cierta química encantadora entre ellos, pero así como cada uno de los miembros de “Los perdedores” tiene su momento para lucirse, es en la totalidad del relato que, por más que se intente, solo se trata de un pequeño atisbo de lo que esos lazos significan.., o al menos significaron. La trama continúa siendo una oda a la amistad y a la importancia de enfrentarse a los miedos, y el film goza de grandes ejemplos de dichos momentos, pero cuando lo hace se ven mayormente ligados a los recuerdos protagonizados por el elenco joven, que a los protagonistas adultos de esta segunda parte. Muschietti, siendo también conocedor de lo que mejor sabe hacer, incluye de manera elegante y con originales transiciones un vistazo a la época olvidada y que los protagonistas poco a poco vuelven a recordar. Regresan los recuerdos y con ellos los sentimientos y el valor de sus personajes.
Al igual que en la entrega de 2017, lo que menos resalta de este film de horror son los momentos escalofriantes. Algunos de ellos están construidos y desarrollados en torno a una increíble atmósfera inquietante. Así ocurre con la secuencia inicial en la cual vemos a una pareja gay siendo atacada para luego uno de ellos terminar siendo víctima de Pennywise, o el momento en que el payaso devora a una pequeña niña atraída hacia él por medio de la manipulación. Pero en gran parte del metraje se vuelve a repetir el problema de que los sustos se dan por turnos individuales, cada uno con una referencia al protagonista en cuestión que es atacado. Así, esto vuelve inevitable que, por más buena que sea la construcción de la escena, el film caiga en un ritmo episódico, reiterativo y predecible.
De esta manera, IT: Capítulo 2 resulta un film con mucho encanto y que se destaca todavía más cuando el ritmo y los personajes acompañan de gran manera lo bello de su búsqueda y mensaje. En el camino, al igual que los protagonistas, sufre de muchos inconvenientes que se relacionan a cómo están dispuestos los eventos y el reiterado efectismo de sustos que están allí para justificar más que nada que se trata de un film de terror que en construir mejor el trasfondo y contexto del villano. Muschietti dirige un film un tanto problemático que, cuando apela a su potencial, saca lo mejor. La fuerza y el corazón con la que alcanza el punto final de su segundo capítulo deja ver a fin de cuentas que Muschietti no sufre del problema de Bill para lograr un buen final, pero tal vez sí del tartamudeo del personaje en la manera de desarrollar el film en su totalidad.