It Capítulo Dos
Pesada es la corona. Destronar a El Exorcista como la película de terror más taquillera de todos los tiempos fue un honor –merecido, más no superior– que no vino sin sus consecuencias.
Por anticipable que haya sido desde el vamos la llegada de It Capítulo Dos, continuar la historia de los Losers en la adultez y repetir lo logrado por sus versiones adolescentes, iba a ser un duro desafío, incluso con el probado tino y agallas narrativas de Andy Muschietti, y teniendo entre los Losers adultos a destacables talentos actorales.
Sin embargo, no se trata de romper un récord, sino de contar una historia lo mejor posible. Aunque It Capítulo Dos esté a la sombra de su antecesora, eso no quita que estemos ante una propuesta bastante lograda en cuanto a emociones y valores de entretenimiento.
El olvido de la niñez
Bill Denbrough ve cómo en su adultez todos renunciaron a sus principios. Esto plantea la tesis de que dejar la niñez no solo significa dejar la inocencia, sino también otras bases como la honestidad, cosa que no encuentra en su esposa pero sí en Beverly.
La adultez es un terreno de compromisos, y no pocas veces ello pone en riesgo un mandato tan importante como el ser fiel a uno mismo. A ese niño que uno fue, a esa mirada pura, a la defensa de su postura sin tomar en cuenta las consecuencias; siendo la consciencia creciente y predominante de estas el verdadero significado de las responsabilidades adultas.
Ese olvido de la niñez dejará de serlo en el contexto de una búsqueda del tesoro, donde cada uno de los protagonistas encuentra un tótem de particular significancia emocional para ellos. Esta búsqueda es abarcada con un ritmo ágil, donde siempre hay algo que confrontar, ya sea física o emocionalmente. Una confrontación donde -naturalmente- Pennywise se aprovecha del temor particular de cada uno de los losers, pero en esta oportunidad con una diferencia.
En la primera película los temores de los que se aferraba Pennywise eran los típicos e irracionales que puede tener un niño. En esta segunda parte, están más arraigados en el miedo adulto, incluso se podría decir el miedo adulto por antonomasia: la culpa, el remordimiento, el no ser suficiente. Las prisiones e infiernos que uno mismo se crea.
El gore dice presente desde la primera escena como en la primera parte, ese gore valiente que rehúsa cualquier elipsis, donde nadie se salva por pequeño o adulto que sea. Si te agarra el payaso te desangra, y se ve con un lujo de detalles que eriza la piel.
El pasado de Pennywise, su origen, es mencionado, sugerido incluso, más no profundizado para no quitarle protagonismo a lo que verdaderamente cuenta en esta historia: el miedo, confrontarlo, entenderlo y -si se quiere profundizar- en cuestiones tales como perdonarse y aceptarse a uno mismo.
Pero si de pasado nos ponemos a hablar, si hay una contra que achacarle al film es que depende mucho del éxito cosechado por el primer capítulo. Siendo este un final donde predominan las inquietudes y los miedos adultos, uno podría preguntarse qué cabida tienen las versiones adolescentes en esta segunda historia. Por crucial que sean a la búsqueda del segundo acto, uno no puede dejar de planteárselo.