La adaptación de la célebre novela de Stephen King de parte del realizador argentino funciona mejor como relato de iniciación de un grupo de chicos –al estilo “Cuenta conmigo” o la reciente “Stranger Things”– que como película de terror propiamente dicha. La película, que se convirtió en un enorme éxito en Estados Unidos, es un homenaje al cine de los años ’80 con el que, seguramente, el director y los guionistas crecieron.
Por circunstancias que serían muy largas de explicar acá, nunca leí la novela ni vi la miniserie original de IT al ver esta adaptación de Andy Muschietti, que se acaba de estrenar en los Estados Unidos rompiendo varios récords y devolviéndole la salud a un año que venía hasta ahora muy mal en taquilla. Esa ausencia de precedentes, creo, me juega a favor a la hora de enfrentarme a la película, básicamente, porque no tengo con qué compararla dentro de ese ciclo, ni quejarme por lo que le falta o le sobra. Sí, claro, es una película que se presta a ser comparada con muchísimas cosas –algunas del universo del propio King como CUENTA CONMIGO, filme que sí tengo como un preciado recuerdo de los ’80–, pero al sentarme a verla solo sabía que había un payaso que metía miedo, un grupo de chicos y punto.
Los que conocen la novela original ya sabrán que esta IT es, en sí misma, una película de iniciación que toma una de las partes del libro –la protagonizada por los chicos– que transcurría en los ’50 y que ahora se mudó a los ’80. Lo que sucede cuando ellos son grandes quedará para la secuela, prácticamente ya anunciada en la propia película. Y sabrán también qué es lo que sucede en ella. Es la historia de siete chicos –algunos viejos amigos, otros más nuevos– que forman algo llamado The Losers Club y son aterrorizados por el payasesco Pennywise, quien se mete, literal y metafóricamente, en sus cabezas. Y los chicos deben atravesar ese miedo primal –que representa a varios miedos que pertenecen al mundo real, en especial ligados a los adultos– y salir a enfrentarlo.
Como casi todos saben, el drama comienza cuando Georgie, el hermano menor de Bill, sigue un barco de papel hasta una alcantarilla, donde se encontrará con el payaso en cuestión quien lo hace desaparecer del mapa, violentamente. Georgie es solo uno de los niños que han sufrido similar suerte y su hermano es el encargado de armar la bandita que intentará descifrar qué ha sucedido con todos ellos. Es el grupo, en definitiva, y la relación que existe entre sus distintos personajes, el corazón y el alma de esta película, la que la vuelve un mucho más interesante filme de iniciación a la manera de LOS GOONIES, la citada CUENTA CONMIGO o la propia E.T. que uno de terror.
El grupo se compone de los clásicos perdedores de escuelaa norteamericana: freaks, geeks y nerds de todo tipo, con el clásico bully de turno molestándolos a cada momento. Además de Bill está el cínico Richie (Finn Wolfhard, que estuvo en STRANGER THINGS haciendo aun más fuertes las conexiones con esa serie), el hipocondríaco Eddie (Jack Dylan Grazer) y el atribulado bar mitzva boy Stanley (Wyatt Oleff), a los que se suman Ben (Jeremy Ray Taylor), un chico nuevo en la escuela que vive entre libros; Mike (Chosen Jacobs), quien parece ser el único afroamericano en todo Maine y, luego, Beverly (Sophia Lillis), la chica cool, indie y solitaria que no tiene amigas en la escuela y tiene una vida familiar más espantosa que un ejército de Pennywises.
En la relación entre los chicos (peleas, bromas, romances, celos, chicanas) es donde la película mejor funciona y el guión se toma un buen tiempo en desarrollar las particulares historias (y miedos) de cada uno de ellos. Es cierto que, por el desarrollo que tiene cada personaje y subtrama, uno podría imaginar que IT hoy funcionaría a la perfección como una serie de ocho o diez episodios. Y no estaría equivocado. En el ir y venir constante y a veces forzado entre una y otra subtrama, combinada con cada aparición de Pennywise en sus distintas formas o cada intento de encontrarlo/capturarlo, la película de 135 minutos pierde algo de la fuerza y el ritmo narrativos que usualmente esperamos encontrar en un producto cinematográfico. De algún modo, la película sería más efectiva siendo un tanto más corta o mucho más larga, al estilo de las recientes series de TV. Así, por momentos, parece quedarse a mitad de camino entre los dos ejes más fuertes de su historia.
Pero Pennywise es la figura icónica de esta novela y sin payaso no hay IT. Interpretado por Bill Skarsgaard, el clown asesino es un figura claramente terrorífica pero la película en sí no es del todo efectiva a la hora de sembrar miedo en los espectadores ante cada una de sus apariciones. De hecho, cuánto menos se lo ve y más se lo teme, la expectativa y el suspenso ante la posibilidad de una aparición suya tienden a ser más efectivas que sus actos específicos y las revelaciones y secretos ligados a su misteriosa existencia.
De algún modo, Muschietti logró hacer la película que muchos de los que fueron adolescentes a fines de los ’80 (digamos, los nacidos en los años ’70) soñaron con hacer, incorporando las referencias a sus películas amadas de entonces, a las bandas de la época (el filme tiene temas de The Cure, The Cult, XTC, New Kids on the Block) y a otros elementos (ya verán cuáles), muchos de los cuáles fueron modificados de la novela de King, ya que las referencias y pesadillas de los chicos de los ’50 y las de los de los ’80 son muy distintas, exceptuando por supuesto a los payasos tenebrosos. Pero esa misma nostalgia es la que hace que, por momentos, IT se sienta más como una película sobre las películas de los ’80 que una que está, efectivamente, sucediendo entonces en la pantalla. Ese “entrecomillado” que envuelve cada escena la hace, a la vez, encantadora y le hace perder efectividad. Por decirlo de otro modo, las películas de los ’80 no eran autoconscientes de ser “películas de los ’80”. Esta lo es, casi todo el tiempo. Y se mira más con cariñosa nostalgia de ejercicio de estilo que agarrándose con miedo de la butaca.